Ocurrió siempre, en todos los reinados hubo artistas complacientes.
Arte masturbatorio que produce un placer inmediato, que no cuestiona, que no altera el orden.
Hoy también ocurre, existen muchos poetas- mercaderes que escriben al dictado y silencian el horror de nuestro tiempo, quizá porque no quieren verlo, quizá porque no quieren asumir el riesgo, quizá porque su corazón anda a trompadas y necesita, para caminar correctamente, halagos y prebendas.
Esos poetas que llenan sus versos de moralejas, de jabón que limpia toda esta sangre, los que se empeñan en enterrar las utopías, la esperanza, los que ignoran esta barbarie cotidiana de las cárceles, de la inmigración, del desempleo, de la violencia en todas sus formas, los que hacen oídos sordos a la censura, a la represión, a la persecución de las ideas, los que callan una y otra vez, cobardes o acomodados, los que cierran los ojos para contar silabas y no ven que cada dìa sentimos más asfixia por el recorte de nuestras libertades, los que no gritan y continúan con el empeño de ordenar sus versos para leerlos bien peinados mientras los patíbulos crecen y crecen los verdugos, los que se muerden la lengua antes de afirmar que la super- explotación del ser humano es demasiado evidente, los convierte inevitablemente en cómplices, en dóciles perros con amo.
Yo propongo otra cosa a los poetas, una poesía de la ética.
Una poesía necesaria, que desafíe, que rete al poder, que no se acobarde.
Una poesía critica, hipercrítica, que esté dispuesta a perder para ganar en decencia.
Propongo que los poetas señalemos incansablemente los crímenes perfectos de nuestro tiempo, propongo que nuestra poesía sea pan y sea queja, sea subversiva, que desordene, que salga a la calle para recoger la amargura de vivir en esta sociedad donde solo vale lo que es rentable.
Debemos limpiar a la poesía de mentiras y dejar que hable en esta tierra zurcida con dolor.
Para que el futuro no diga que todos los poetas fuimos tibios, que babeamos y movimos la cola suplicando el hueso de nuestros amos.
Ya vas sabiendo de mi pesimismo, pero en esto aún me quedan esperanzas. Creo que la semilla que dejaron poetas como Miguel Hernández, Blas de Otero (me supera, me patea el alma leer sus versos, me encanta) o, pese a su misticismo o quizá gracias a él, León Felipe, siempre encontrará campos propicios sobre los que germinar. Por mucha cizaña que anege el Parnaso.
ResponderEliminarAbrazos.
Ps. Sobre esto, esos poetas pusilánimes, ya te referiré en privado un caso que conocí bien de cerca.
Siempre habrá poetas atados al pesebre. Siempre será más cómodo ser poeta oficial del reino que tábano cojonero.
ResponderEliminarSin embargo también el tábano cojonero debe contar un poco las sílabas, o su poesía fácilmemte derivará en liso panfleto y dejará de ser poesía.
Aunque ese panfleto cumpla una función necesaria, la de hinchar los cojones al poder, no será poesía.
La poesía es un arma cargada de futuro...
ResponderEliminarUn abrazo compañera
Amén Silvia.
ResponderEliminarEstoy contigo. yo también "maldigo la Poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse"
Poetas de estado o subvencionados, no son poetas, son mercenarios de letra.
ResponderEliminarSalud
Dilema vital,las garras en el acento de la utopía,o la visión periférica desde el jardín tranquilo.
ResponderEliminarYo no criticaré a nadie,sólo decir que me han gustado mucho Silvia,tus palabras y que son un acicate enérgico para nosotros.Y la mejor manera de agradecerte este manifiesto son lo hechos.
Un abrazo admirativo.
De acuedro, pero sin candideces. La poesía no salvará al mundo, sólo lo hará un poquito mejor. No le exijo al carpintero que haga sillas incompatibles con el culo del dictador, ni se me escapa que lo que para mí es de justicia para otro es criminal y escribirá él también un poema.
ResponderEliminarQuasimodo decía que el político señala porqué hay que morir y el poeta porqué hay que vivir. Hagamos nuestra parte con humildad y oficio, contando sílabas si es preciso. Que los demás hagan la suya.
Salud compañera.