Soy mujer.
Formo parte de esta mitad de la humanidad explotada e
ignorada desde el principio de los tiempos.
Cuando miro el mundo veo que la injusticia se ensaña aún
más con nosotras y que es mayor nuestra pobreza.
Pero no voy a hablar de esto, de los siglos de infamia, ni
de las violaciones, ni de la invisibilidad de las mujeres importantes de la
historia.
Quiero deciros que, aunque muchas y muchos quieran
últimamente cambiarnos de nombre, decirnos lo que somos y no somos, explicarnos
con detalle sentimientos y discriminaciones… no soy “vulvoparlante”, aunque
tenga vulva ni soy “persona que menstrua”, aunque menstrúe casi todos los
meses.
Llamarnos así me parece un ataque, un intento poco sutil de
arrancarnos el significante para hacer desaparecer el significado.
De dejarnos en pelotas, de humillarnos.
Soy mujer y en este “mujer” del que yo hablo hay sitio para
todas, para las trans y no trans, para las que aman de una forma u otra.
Pero si me alguien me preguntara qué soy además de mujer y
de poeta, responderé siempre que sobre todas las cosas soy de la clase trabajadora.
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