La verdad es que yo no admiraba a este tipo, ni siquiera me
hacía gracia verlo frotándose la mejilla en el pecho del comandante y no lo
sentí nunca como uno de los míos por el simple hecho de haberse tatuado la
imagen del Che en su hombro.
Pero las reacciones a su muerte me han hecho preguntarme
ciertas cosas. Por ejemplo, ¿alguien puede decirme de alguna mujer futbolista
que despierte las mismas pasiones que Maradona?,
¿Alguien puede darme el nombre de una mujer, deportista de
élite acusada de maltrato a su pareja?
¿Alguna mujer profesional de cualquier deporte ha sido
pillada “graciosamente” pagando a tocateja por relaciones sexuales con adultos
o con menores?
De haber sido así, es decir, que una tenista, una jugadora
de baloncesto, una futbolista, una boxeadora hubiera sido borracha y
pendenciera, hubiera visitado prostíbulos por doquier o hubiera soltado
mamporros a diestro y siniestro a quienes compartían su almohada ¿estaríamos
hablando de ella como “una diosa humanizada?
Resumiendo, Maradona parece el dios de los Hombres, por eso
lo defiende a capa y espada el pueblo hambreado y también el pueblo ilustrado.
Lo defienden porque esas “sombras” que le perdonan, esos “deslices” sin importancia,
esas gracietas de niño consentido que regresa a los arrabales son el espejo de
todos los machos alfa. De izquierda y de derecha. De este o de cualquier
continente.
Si hubiera sido mujer, Maradona hoy no tendría quien la
defienda, ni quien la llore. Ni siquiera nosotras, las mujeres feministas la
lloraríamos. No podríamos ocultar sus delitos con eufemismos.
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