sábado, 17 de septiembre de 2016
Las cifras
Las cifras de suicidios son alarmantes.
La gente literalmente se esta muriendo de pena.
Muchos seres humanos viven acorralados por el miedo a ser, por el miedo a no tener, por el miedo a fracasar.
Es de noche para ellos y la primavera no les llega.
Las mujeres nunca consiguen ser princesas, los hombres no alcanzan tampoco el ideal de valentía y fortaleza, los niños se arrinconan con sus diferencias, los viejos llegan a sentirse inútiles en esta sociedad donde los que no producen son vomitados a los arrabales a de la indiferencia.
Es decir, no solo se suicidan los que se quedan sin nada, los desahuciados o hambreados. También se suicidan los que no encuentran sentido al sinsentido de esta sociedad enferma.
*
El capitalismo vacía de humanidad los corazones, los hace palpitar en un delirio que no todos soportamos: trabajos extenuantes, ocio para consumir sin tregua, drogas, cosificación de los cuerpos.. un frenesí donde lo que menos importa es lo esencial.
De la desesperación debería surgir la fuerza necesaria para cambiar las cosas, pero si esta desesperación es solitaria, aislada, confundimos al enemigo y disparamos contra nosotros mismos.
Se fabrican medicamentos que neutralizan la angustia de vivir , pastillas de todos los colores y formas, diagnósticos a trote y moche que resumen una sola cosa: el ser humano debe adaptarse al dolor que le causan sus cadenas, debe acostumbrarse a la necrosis de tanta violencia porque si respira es para aumentar la riqueza ajena.
En definitiva, el capitalismo extermina de hambre, guerra y de pena.
Sostenerlo saludable cuesta millones de victimas.
La pregunta es si seremos capaces de detener el holocausto antes de que sea demasiado tarde.
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Sinceramente, estoy convenicido de que ya es tarde. Y aun así, también pienso que deberíamos intentarlo.
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