Creo que la realidad supura por millones de heridas.
Tantas heridas como pueblos.Creo también que muere diariamente la esperanza
Cada vez que una persona pierde el empleo, se vuelve invisible, se transforma en nada, en nadie.
No porque el trabajo dignifique, sino porque alguien al que sólo le queda mendigar pan o trabajo precario, es un esclavo entre los esclavos. Un paria entre los parias.
Y no piensan poner solución a esta tragedia, todo lo contrario.
Sugieren la deportación, el exilio.
Sugieren el consuelo, el rezo, la amnesia, ajustarse el cinturón que ata en corto los andrajos.
Sugieren aguantar, resistir apelotonados en el laberinto del desempleo.
Sugieren los sugeridores que nos traguemos la impotencia hasta que afloren de nuevo fábricas, mágicas fábricas que por millones devuelvan el trabajo a los millones que hoy no lo tienen.
Y mientras sugieren estas cosas, siguen con su estafa.
Poco importan nuestros dramas.
Y mientras màs tiempo pasa, mas parias.
Más rabia.
Por eso las jaurías cada día están mejor armadas.
Porque saben que esto pronto les va a reventar en la cara.
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