Viñeta de Kalvellido
La caudilla alemana ha venido a comprobar sobre el terreno la eficacia de las armas utilizadas en esta guerra.
El soldadito Mariano la recibe risueño y atolondrado, le enseña el muestrario del horror derramado sobre el pueblo y se dan un abrazo, sin protocolos pero un poco rancio.
El soldadito tiembla, la caudilla mira a los lados por si alguien se da cuenta de su amor descontrolado.
Ambos babean, se miran a los ojos, se meten mano. Pero no hay tiempo para lujurias si fuera del palacio aún queda armamento para ser estrenado.
Él dice que sí, que sí, que si, ella gruñe como sólo saben hacen los bárbaros.
Él dice yes, yes, yes, ella hace cuentas sobre nuestro espanto.
Él dice lo que quieras, dulce corazón, ella le pega un zarpazo.
Él dice me gusta, sigue, sigue así pero un poco más abajo.
Y ella le agarra de los huevos para pedirle que nos ahogue rápido.
Él se ríe a carcajadas, lo que quieras, mon amour, lo que quieras, mi alemana,
Firmo donde tú quieras para que consumemos, aunque sea sobre los escombros de esta tierra devastada.
Y así el pobre soldadito, pobre infeliz donde los haya, le hace un cunnilingus mientras ella esparce metralla.
¡Ay este soldadito criminal ¡
¡Ay, este pelele que firma con el pulgar lo que le dejó redactado su amada!
Ay, esta mujer de plomo consiguió lo que quería:
Que se crea el capitán general de los canallas.
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