Viñeta de Kalvellido
Se notan las ausencias.
Porque es tan grande esta impotencia de la desnutrición, el miedo y la pobreza que ya los muertos de hambre en las cárceles no son casi noticia.
Y yo sé que es inmenso el peso que llevamos a rastras y que es difícil añadir más ideas o más quejas.
Pero es que se mueren aferrados a las rejas. Se mueren para reclamar una mirada, un gesto, una palabra que les devuelva algo de la humanidad que les ha sido secuestrada.
En otra parte, con lenguas desatadamente ajenas, deciden un ayuno hasta el final de sus días y vacían sus vísceras y se resecan las pupilas y adormecen sus vidas resistiendo esa jodida amnesia que día a día les fusila.
Y yo sé, de verdad que yo sé, que es difícil pensar en otras injusticias cuando por nuestras arterias también galopa libre.
Pero es que son demasiados los estómagos decididamente secos.
Y es demasiada la crueldad que les ha hecho llegar a eso.
Y ellos son tantos y a la vez tan pocos los palabristas que escriben sobre estas orfandades que es como si se murieran más denso, como si cada día que pasaran sin pan, fueran empujones hacia una agonía cómplice, hacia un silencio criminal donde gota a gota se desangra entero un pueblo.
Por eso yo hoy dejo un rato de lado mi realidad de látigo para recordar a todos los presos palestinos que desenfundaron valientes la única arma que tienen.
Sus cuerpos ahora son el campo de batalla donde el que resiste, gana.
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