Viñeta de Kalvellido
No sólo vivimos en un mundo acotado por alambradas, por muros. Un mundo con poquísimas ventanas.
No sólo vivimos de prestado, como si fuéramos inquilinos incómodos, como si nos hicieran un favor por dejarnos gastar el aire, la luz, la hierba.
Padecemos el peor de los dramas: la vida tiene precio.
De unos pocos es el agua, de unos pocos son las semillas, de unos pocos la salud, de unos pocos es el techo, de unos pocos el abrigo, de unos pocos es el conocimiento, de unos pocos es nuestro tiempo, de unos pocos son las canciones, de unos pocos los abecedarios, de unos pocos es la comida.
Y así sobrevivimos encadenados a la codicia de unos pocos, acostumbrados a abonar un peaje siniestro por estar vivos.
De esta forma estorban todos aquellos que apenas alcanzan a reunir unas monedas.
Esos no cuentan, esos mejor que se mueran, que dejen libre la tierra.
Y así, compramos y compramos, pagamos y pagamos hasta que nos dejan fuera del mercado.
Este es el mundo que tenemos.
Un mundo donde los terroristas más peligrosos son mercaderes armados hasta los dientes con títulos de propiedad, con patentes.
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