brindando a todas horas
por el amor y la vida,
por la vida
y por la vida.
Què suerte que no tiemblan sus deseos,
que no mueren sus caricias,
que no envejece su alegría.
Yo no tengo esa fortuna,
en mi casa hay ventanas grandes por donde se ven enormes las heridas
hay un olor que recuerda el pasado y sus
olvidos,
hay un grito silencioso que atraviesa piel, paredes
y fronteras,
hay siempre una mano vacía,
hay siempre un niño que solloza,
hay siempre un viejo humillado por el frio y el
mendrugo,
hay siempre un joven detenido.
Què suerte tienen los felices,
que no ven, que no escuchan, que no tocan,
què suerte, o mejor, que destino más simple,
vivir sòlo para el cáliz y la risa
mientras todo un mundo un mundo, todo,
muere de paz o de injusticia.
El sentimiento elevado al máximo exponente ... gracias Silvia.
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