Bilbo no claudica, no mira pa otro lado, no olvida a los
presos.
Deben estar en casa, guste a no guste a los fachas, incomode
a los zurdos tibios, escueza a los mandamases, irrite a los inclementes, desnude
a los vacíos de empatía.
La dispersión es un crimen.
Los representantes políticos que ignoran esto, o lo callan, o lo bendicen son cómplices del ensañamiento.
Y pierden toda credibilidad por su ceguera voluntaria, por
su miedo electoralista, por su solidaridad a medida.
Bilbo hoy es una ciudad llena de luz, se nos ve desde muy
lejos, pero en los pasillos oscuros del estado español nada ilumina la
justicia.
Si alguien cree que se pueden cambiar las cosas mientras se
perpetua la cárcel, la tortura, la vulneración de los derechos humanos es un iluso o un idiota.
Sabemos que no será posible la paz completa con una justicia
tuerta.
Las calles de Bilbo, hoy, una vez más, se llenaron de
decencia.
Un pueblo en la calle,
¿Por qué no nos miran?
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