jueves, 28 de marzo de 2019

Ojos en la nuca



Es imprescindible, como decía el poeta Juan Gelman, tener ojos en la nuca.
Unos ojos que vigilen el pasado, que permanezcan siempre en guardia ante quienes quieren cerrarlos a la fuerza. Que estén eternamente insomnes, en vigilia permanente.
Sin ellos no somos nada, apenas piedras que caminan.
Porque el dolor no desaparece. Pasa de mano en mano, de casa en casa, generación tras generación y no se alivia con los años.
El dolor, la herida colosal de la injusticia supura por las pústulas de las víctimas, de los hijos de los hijos, siglo a siglo.
Por eso el olvido es una falacia. Nadie olvida, nadie perdona a los asesinos, nadie desea pasar página a una historia que fue genocidio, que nos duele aquí mismo.
Por eso mi poesía está clavada en ese tiempo, porque no sirve de nada escribir sobre el ahora si la impunidad viene desde entonces azotándonos con su látigo y desde entonces avanzamos con la piel en carne viva.
Por eso la poesía, al menos la mía que sueña con ser también semilla en esta tierra yerma, usa la palabra para desescombrar junto a otros la memoria y poder así, poner nombre y apellidos a la infamia.
Porque vivimos un presente atenazado por los que heredaron el yugo y las cadenas.
Porque estamos de nuevo en peligro.
Porque el mundo saca brillo a las cruces gamadas y España orea la bandera con el águila negra, canta “Cara al sol” y nos muestra desafiante la ideología de esos cráneos impunes y deformados.
Y nosotros, el pueblo, los hambreados y explotados, debemos recordar cada segundo y en cada aliento lo que hicieron y lo que serían capaces de hacer ahora.
Mis poemas por eso se quedan quietos en aquella patria desolada, porque es ahí donde podemos comprender la dimensión de la amenaza.
Es ahí donde deben crecer mis poemas, donde debemos limpiar con dignidad la verdad que fue sólo una y está enterrada en las fosas comunes.
Es ahí donde la Poesía puede ser útil, al lado de los que arañan la tierra, al lado de los que exigen reparación, al lado de los que recuerdan.
Al lado de los que buscan esos huesos que fueron seres humanos
Mi poesía, no puede cruzarse de brazos mientras haya bestias acechando en cada esquina. Son las mismas bestias de antaño, la misma sed, el mismo odio, sólo cambia su vestimenta.
Hoy debo más que nunca mirar con los ojos de la nuca y seguir caminando hacia un amanecer sin fascismo.
En mis poemas y en la vida.
Con este corazón que no claudica.

sábado, 23 de marzo de 2019

Matilde Landa


Matilde Landa prefirió la muerte. La dictadura franquista ofreció a la dirigente comunista mejoras en la alimentación de los hijos de las presas del penal de Mallorca a cambio de su bautismo y conversión al catolicismo. Matilde eligió sus principios. El 26 de septiembre de 1942, día que estaba prevista la ceremonia de bautismo, Landa se precipitó por la terraza hacia el patio interior de la prisión. Se suicidó. En los 45 minutos que duró la agonía de Landa, completamente inconsciente, las autoridades eclesiásticas de Illes Balears aprovecharon para bautizarla en articulo mortis.


Podías haberte quedado mirando a los tristes niños en harapos.
Podías haber elegido el único paisaje de los libros y vivir el espejismo de una vida acomodada.
Podías haber sido sólo una mujer de tu época,
pero tomaste otro destino,
te hundiste en el fango hasta el tuétano y en aquella ciénaga de odio sobrevivió tu dignidad inmutable.

Porque luchaste más allá de la esperanza,
más allá de la derrota, más allá de lo posible,
para dejarnos el legado de tu resistencia en un mundo de mansedumbres.

Porque el verdadero peligro estaba en no hacer nada,
en ver pasar las horas,
en quedarse muda y quieta. 
Te pusiste manos a la obra para multiplicar panes y peces,
para curar gangrenas de pólvora,
para atravesar mares de azufre con tu bandera roja.

Quisieron doblegarte, pero llegaron tarde.
No claudica una mujer ante dios ni sus secuaces si esto pone en riesgo los ideales.
Quisieron bautizarte y tu escupías a las cruces pensando en el pueblo que, por laico, hicieron mártir.
Porque no pudiste ceder ante el chantaje de calostro para los niños a cambio de tu bautismo.
Se precipitó tu cuerpo hereje sobre el suelo de la cárcel y agonizaste lo suficiente para saber que te ungieron a la fuerza
con el agua humillante de una religión que mató en serie sin temblarle el cáliz con la sangre.


miércoles, 20 de marzo de 2019

Cinco palomas


El 27 de agosto de 1936 en la conocida finca del Aguaucho, en Fuertes, Sevilla, se vivió un terrible episodio cuando varias jóvenes fueron arrojadas a un pozo tras ser violadas y paseadas para escarnio público. Las víctimas tenían entre 16 y 22 años.
La sed de venganza no parecía tener límites para este grupo de falangistas. Los soldados las obligaron a preparar y servirles la comida. Las violaron, asesinaron y arrojaron sus cuerpos a un pozo horas más tarde. No hubo fosa. Nadie pudo hallar sus restos. Ya de madrugada, el camión volvió y recorrió las calles principales del pueblo para enseñar, bajo el cántico de “Cara el Sol”, en la punta de sus fusiles, la ropa interior de aquellas jóvenes inocentes.

Mientras anochecía eyaculaban los asesinos
con la carne más fresca.
Ni los ojos llenos de ruego
ni los brazos anudados a otros cuerpos doblegaron el deseo de ser hombres a la fuerza.
Heraldos de violencia las condujeron por un camino de guadañas.
Bajo un cielo sarmentoso, con hambre bestial de sexo,
las obligaron a tragar su semen y a respirar su aliento fétido.
Después del festín los cuchillos jugaron a rasgar sus pieles tersas.
Las tiraron, quién sabe dónde,
quién sabe a qué foso las arrojaron igual que animales muertos.

Más tarde regresaron al pueblo a pasearse triunfales y heroicos.
Brillaban sus bayonetas.
En cada fusil, jirones de campesinas y de sirvientas,
en cada fusil, su canallada,
en cada fusil su epopeya,
en cada fusil una braga.

Los fascistas que las mataron, callaron a punta de pistola
a los testigos de aquel infierno.

María, Coral, Josefa y Joaquina
en vuestra tierra hambrienta
nunca olvidaron la noche
en la que unas enaguas fueron banderas
ondeando a media asta.
Nunca pudieron olvidarlo.
Hoy vuelan con vuestros nombres cinco palomas de hierro,
vuelan firme y vuelan alto,
cinco criaturas de paz
sobre cinco crímenes bastardos.


viernes, 15 de marzo de 2019

Carmen Estanislao Moreno


Carmen Estanislao Moreno, 24 años y embarazada de 8 meses fue asesinada el 26 de septiembre de 1936 en Fuentes, Sevilla.

Fui deletreando nombres en mis versos
por esta tierra que es España,
la España de las heridas abiertas
pero de ti, Carmen, me duelen todas tus letras
Me dueles, Carmen,
me vienes doliendo desde hace décadas.
De dos en dos te mataron,
un disparo en la frente y otro, muerta ya,
en tu enorme vientre.


Qué puede pensar un hombre cuando
fusila el llanto de un niño nonato.
Qué puede pensar. Nada.
Nada, Carmen.
Nada humano.
La crueldad no tiene madre,
tiene tan sólo el deber de perpetuarse
en los huérfanos de humanidad que
tiñen de luto el aire.

Hoy tu nombre sin estrella suena por partida doble.
Dos veces fuiste asesinada, Carmen,
una por ser mujer y la otra por gestante.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Mujeres



El 23 de julio de 1936 Queipo del Llano dijo en Radio Sevilla: “Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecían, ¿no han estado jugando con el amor libre? Ahora por lo menos sabrán que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen.”

Huyeron muchas pero otras muchas se quedaron
en sus casas proletarias,
en sus humildes alcobas,
con sus cucharas vacías y las ventanas cerradas.
A oscuras para que no se viera la vida
porque la crueldad husmeaba cada una de las rendijas.

Se quedaron en sus casas respirando en voz muy baja
porque ebrios de patria y de victorias querían también el triunfo de reventarlas.


Se quedaron en sus casas, no huyeron,
pensaron que la mala suerte quizá las esquivaría
pero la suerte nada sabe de vísceras y de lascivia.

Los vieron entrar en sus portales,
escucharon pasos acercándose con prisa,
el aliento se detuvo, 
la guerra se ensañaría con sus pechos y sus vaginas
 y, antes muertas que violadas,
se tiraron por la ventana.

Un instante, eso fue todo,
Un instante.

Sobre el suelo sin empedrar, los cadáveres no lloran.
Sólo lloran las que sobreviven y su presente es el pasado lacerando cada día.
Fueron dueñas de su llanto y de su sangre.
Antes de que los moros y los legionarios entraran a saco en sus entrañas
se arrancaron de cuajo la vida.


jueves, 7 de marzo de 2019

Tina Modotti



Tina Modotti se alistó en el quinto Regimiento y trabajó en las Brigadas Internacionales durante la Guerra de España.
Junto con Norman Bethune y Matilde Landa organizaron la red de acogida de Almería para atender a los miles de refugiados que llegaban huyendo desde Málaga de los feroces ataques fascistas.

No pudo tu corazón con la derrota.
No pudo con el recuerdo de los desesperados que corrían hasta tus brazos.
No pudo con el recuerdo de aquellos niños flacos que llegaban locos por la infamia de las bombas que consiguieron demenciarlos.
No pudo con el recuerdo de miles de infancias que huyeron de los escombros y la metralla.
Porque aquellos ojos rotos, porque aquellos llantos hondos, porque aquellos cuerpos heridos, menudos, tibios, venían de la barbarie.
Y tú creíste que con tu corazón solo,
que con tus manos solo,
que con tu pecho calmo uno a uno conseguirías arrancarles de cuajo el horror y las ausencias con las que llegaron a Almería.
Pero en tu corazón anochecía.
El espanto era un gigante indomable que devoraba tu carne.
Y te tragaste la ira a pedazos muy grandes
y les encontraste cobijo y repartiste pan y pudiste curarles
y conseguiste al fin que algunos pudieran marcharse a vivir otra vida lejos del miedo y del hambre.


Después llegó el triunfo de los más miserables
y corriste al exilio a continuar auxiliando a aquellos que en Francia
encerrados en jaulas morían de pena.
Y después hubo otros después.
Finalmente, en México,
la tristeza partió en dos tu inmensa ración de esperanza.
Allí, acabó Tina Modotti, una mujer de leyenda.

viernes, 1 de marzo de 2019

Entre España y yo



Entre España y yo hay un río apestoso
y hay un puente que me une con el trigo y las canciones
de quienes levantando el puño desafían el desprecio criminal
de los vencedores.

Entre España y yo hay demasiados muros y ruinas
y hay brazos desescombrando hueso a hueso a sus familias
y hay largas filas de hombres y de mujeres
acariciando sepulturas vacías.

Entre España y yo hay herejes y traidores,
hay cortijos, hay picanas, hay mugrientos corazones
y hay voces que no se cansan de vivir sin rendiciones.

Entre España y yo hay quienes añoran la soga y los paredones
y hay quienes se ponen en pie para señalar
a los que viven con la gloria de sus crímenes.

Entre España y yo no hay reconciliación posible,
se cae a pedazos, se derrumba, se muere podrida.
Pero entre las piedras y el lodo,
Entre el plomo, las calaveras y las vértebras partidas
viene naciendo otra España que ni perdona ni olvida.