jueves, 29 de agosto de 2019

Niños peregrinos, La desbandá



Hijos del yugo y del salitre
cansados ya desde la infancia
de vivir de sus costillas.
Niños sin dios prestados a los caciques.

Postrados niños que a duras penas
arrastraban la ruina de su existencia.

Escupidos agriamente por los amos de la tierra.
Sudor y sueño el jornal, 
sudor y hambre.

Niños que heredaban una vida repugnante de humillación
en todas partes.
Niños que huyeron a otro infierno a la intemperie
donde empachados de sangre murieron
de la manera menos tierna.

Niños que corrían con las pestañas calcinadas,
con las arterias abiertas,
y abiertos de par en par los ojos
y abierta desde las raíces la pena.

Niños crucificados por ser niños peregrinos
buscando la paz y el pan
que siempre les negará el fascismo.

sábado, 10 de agosto de 2019

Río Guadalfeo


La Desbandá: Cuando llegaron al río Guadalfeo, que tenían que cruzar para llegar a Motril, primera parada casi segura que intuían en su éxodo; se encuentran con el puente destruido y el río muy crecido, debido a las lluvias de los días anteriores. Fueron muchas las personas que se dieron la vuelta de regreso, ante la imposibilidad de cruzar el río. De las personas que lo cruzaron, muchas de ellas fueron arrastradas por las aguas hacia el mar, pereciendo en el intento.

La lluvia de otros días también fue sumisa al fascismo.
Cayó torrencial y maldita.
Y el agua fue creciendo en el río como crece el odio en el fusil y en el sable.
Y daba miedo el cauce porque demasiados espectros esperaban su ración de huesos.
Y daba miedo quedarse quietos porque demasiados aviones y barcos vaciaban sus tripas de fuego.
Y daba miedo desandar los pasos y volver al inicio donde rebanaban los cuellos.
Sólo quedaba la orilla lejana donde quizá estuvieran los suyos para darles el pan y el abrazo.

Así familias completas se lanzaron al agua a bracear con sus hijos atados con cuerdas,
así intentaron cruzar, pero la corriente bebió aquel elixir de náufragos
y desaparecieron tan rápido que no dio tiempo a que gritaran sus nombres para saber quiénes eran.
Ellos sólo querían secarse en Ítaca para continuar el viaje,
y el río se cobró al contado ciento de vidas como peaje.

viernes, 9 de agosto de 2019

Hazen Sise



Durante la Guerra de España Hazen Sise  fue la mano derecha de Norman Bethune en el Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre. Todas las fotografías que se conocen de una de las peores masacres conocida popularmente como ‘la Desbandá’, son suyas.

Sin la solemnidad de las despedidas,
sin cerrar sus casas a cal y canto,
dejando sobre la mesa la comida tibia
y la rutina de tiempos de paz esparcida por el patio,
huyeron.
  
Con los niños temerosos agarrados a sus faldas,
con los viejos lentos y su dolor perpetuo,
cargando el peso desquiciado de quien tiene que sobrevivir a pesar de la metralla,
huyeron.

En invierno, hambrientos, enfermos, descalzos, heridos.
En invierno, desarmados.
En invierno, en una procesión sin dioses y sin milagros,
para morir bajo un cielo atestado de diablos,
huyeron.

Nadie puede negar que aquel camino fue la tumba de miles.

Aunque mueran los testigos de aquel infierno,
aunque sus gargantas callen sepultadas con sus recuerdos,
aunque los hijos de los hijos desprecien el dolor que sintieron.

Aunque limpien la historia con relatos falaces quedarán para siempre
un puñado de imágenes tristes
de una multitud triste y derrotada que camina en vigilia
hacia el cadalso fascista.
Quedarán para siempre esas imágenes
como prueba irrefutable de su barbarie.

martes, 6 de agosto de 2019

No pasarán



Los fascistas nos muerden ya los tobillos y parece que no nos damos cuenta.
Avanzan al galope dispuestos a perpetuar el crimen de la libertad y de la justicia.
Ganan terreno en la calle y en las instituciones, desprecian a los desaparecidos, se ríen de las víctimas, desempolvan a los asesinos, rinden honores a quienes enarbolaron la bandera del genocidio y utilizan al pueblo más ignorante y bestia para azuzarlo contra nosotros mismos.
No es cierto que su objetivo sean las mujeres, ni si quiera los inmigrantes, vienen a por todos.
No es algo nuevo, lo novedoso es nuestra postura, bastante equidistante para estos tiempos que corren.
Es muy ingenuo pensar que se conformarán con cancelar algunos conciertos, con ningunear a las familias de los represaliados por el franquismo, con llamarnos feminazis y mandarnos a casa para que no nos violen, con escupir a los que venden sombreros de mesa en mesa, de terraza en terraza. Cada vez ganan más terreno, su discurso cala hondo y se queda para siempre en esas profundidades donde la entraña es la que manda.
Esta gente tullida de empatía florece cuando van peor las cosas y es urgente ver la dimensión de la amenaza.
No atienden a razones, nunca lo hicieron, por eso vencieron.
Vencieron por cojones.
Y por cojones quieren repetir su hazaña.
Los que nos definimos como antifascistas debemos militar como lo que somos: gente con voz y con memoria dispuestos a gritar que no pasarán otra vez por encima de nuestros cadáveres, dispuestos a defender hasta la muerte la paz y la palabra.