*** La cultura rematada (19/4/2010)



Viñeta de El Roto

Nací mujer y nací poeta.
Ambas cosas, necesariamente, me enseñaron a resistir las embestidas de una sociedad cada día más andrógina y analfabeta.
Escribir desde la mujer que soy, implica que la mía no será nunca literatura de mamporrerìa y genuflexión; ser mujer y poeta me obliga inexcusablemente a comprender la escritura como un acto subversivo, de confrontación, y también, y sobre todo, de libertad.
En tiempos como estos, en los que vemos los estantes de las librerías repletos de libros intranscendentes, libros que se venden entre televisiones y hamacas de playa, libros que aparecen por millones, como por arte de birlibirloque, con sus lujosas ediciones; en tiempos como estos, digo, un puñado de escritores, de poetas, de trabajadores de la palabra, nos empecinamos en mantener la cultura en alto, en una lucha cuerpo a cuerpo contra el pensamiento idiotizado y universal.
Observamos el mercadeo literario con tristeza y vergüenza, recorremos las listas de libros más vendidos con asombro y constatamos que a la derecha del poder se sientan literatos que hacen del oficio crimen y delación.
Por eso, porque nosotros entendemos que escribir es resistir, señalamos impasibles a todos aquellos farsantes, fabricantes en serie de palabras serviles y alienantes, gentes del buen vivir que difunden ideologías necrosadas y exportan una cultura mercantil que en nada compromete.
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En el año 2007 gané el “XXV Premio de Poesía Antonio Machado” del ayuntamiento de Sevilla con mi poemario “Las cuarenta chimeneas del infierno”; nunca publicaron la obra, sólo, después de insistir obsesivamente, me enviaron el premio en metálico.
Recibí por parte de las instituciones y de las personas responsables, silencio, desaires.
Durante dos años, me dediqué con vocación casi religiosa a enviar cartas certificadas y virtuales, a hacer decenas de llamadas de teléfono pidiendo una aclaración. Como respuesta, malas formas para esta poeta.
Encontrar una explicación a este suceso, pasa inevitablemente por analizar el estado de la cultura, el maltrato intencional de las instituciones y los burócratas culturales, pasa irremediablemente por ver en esto la intención delincuente de unos cuantos bufones por convertir la libertad de escribir en una señora dócil que lame sus propias cadenas.
Acuso sin temores a aquellos que en aquel año trabajaron en el distrito casco antiguo de Sevilla como funcionarios culturales; en aquel tiempo la responsable, lamentablemente, era una mujer; seguramente, la más iletrada, seguramente la más zafia, seguramente fue un puesto dado a dedo, seguramente no sabe siquiera quien era Machado, ni porqué murió en el exilio, seguramente.
Gente como ella, como tantos que se apoltronan en curtidos asientos bien pagados, son los que favorecen que la ignorancia vaya convirtiéndose en el peor síntoma de esta sociedad tan neurotizada.
Se coló entre los gustos del jurado un poemario duro, molesto. No eran haikus, ni era realismo sucio, ni eran poemas existenciales, eran versos duros como piedras. Ahí les escoció.
He aquí, entonces, en estas letras, mi queja, mi denuncia, mi preocupación por el estado de una cultura oficialista que cada día tiene el electroencefalograma más plano.
No sólo comprobamos diariamente cómo producen sin pausa libros intranscendentes, no sólo vemos a los autores de la mano de mercaderes sin escrúpulos, no sólo escuchamos decir que el futuro de la literatura está en los medios virtuales. No sólo padecemos esta sociedad mercantilizada y absurda sino que también debemos soportar la censura, el olvido, el desprecio, el fraude permanente de personajillos infames a quienes, recordémoslo, pagamos entre todos.
Y como decía al principio, nacer mujer y poeta me ha enseñado a resistir estas y otras embestidas; yo continuaré con el sueño infantil de sembrar la tierra de pan y versos, continuaré con mi empeño de, a contracielo, ser poeta, pese a quien pese y joda a quien joda.