lunes, 30 de marzo de 2020

La calle es de ellos



La calle es de ellos.
Cachetes, empujones, insultos, golpes, patadas, detenciones….
No quiero ni imaginar qué es lo que está pasando en las comisarías.
Ahora mismo no les importa que les graben o les griten desde las ventanas porque, aunque son fácilmente identificables nada va a sucederles. Es un estado de excepción y ellos mandan.
Qué mas da si es un enfermo mental, si es una madre angustiada, si es un trabajador en bicicleta o una persona con un brote esquizofrénico. Primero se le da la hostia luego veremos quien se hace responsable.
La impunidad patrulla las calles, los imbéciles aplauden y los demás nos asomamos a las ventanas con el móvil como si fuera un arma con la que disparar directamente a Facebook.
La calle es de ellos, de ellos también la amarga popularidad en las redes.
Cuidémonos de las bestias, acechan.
No hay salvoconducto que nos proteja.
A grabar, cuando se pueda.
A gritar cuando se deba.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Yo propongo



Cuando todo pase, cuando se abran las puertas de la vida y salgamos a respirar aire puro y a acariciar a los ancianos, pocas cosas serán lo mismo.
Y no me refiero a las ausencias que habrá en muchas casas, no me refiero a la devastación económica que quedará por los siglos de los siglos.
Hablo de nosotros, de nuestra humanidad.
Porque volveremos a la vida, eso está claro. Y los vecinos que insultan vendrán con nosotros a recorrer las mismas calles a abrazarnos como si nada de esto hubiera ocurrido.
Y ese odio que hoy lacera desde las ventanas quedará en la memoria de los que un día tuvieron que salir con sus hijos enfermos y sus cuerpos heridos.
Y quedará ese daño ulcerando el porvenir de todos porque fuimos hordas al acecho de quienes eran más vulnerables.
Yo propongo callar a los que odian desde sus balcones, cantar cuando ellos gritan, reír cuando señalan, decirles que no somos policías.
Gritarles como ellos gritan.
A pleno pulmón. Gritarles hasta que se escondan en sus guaridas.

jueves, 19 de marzo de 2020

El contagio



Hoy me pregunto si a lo que realmente nos está matando, el capitalismo, vamos a quitarle la máscara de bienestar para plantarle cara de una vez por todas.
La crisis económica que se venía fraguando va a mostrar sus calaveras ahora, con la excusa perfecta del coronavirus, para pedirnos el esfuerzo de la esclavitud, el silencio ante la tiranía de los mercados, la militarización sumisa de las calles, la eugenesia de los vulnerables.
Después del confinamiento es posible que aceptemos como inevitable la atomización de derechos que creíamos medianamente apuntalados.
Después del confinamiento la precariedad va a ser aún más evidente pero los que siempre se han lavado las manos ahora lo volverán a hacer, si les dejamos.
Porque el capitalismo siempre se salva. Agoniza y resucita. Se ahoga y resucita gracias a nuestros pulmones.
Nos roba el aire que necesitamos.
Más allá del miedo a infectarnos debemos tener miedo a esta realidad que se va imponiendo mientras estamos aislados.
La solución está en la rebeldía.
En negarnos a aceptar este destino.
En invadir las calles nuevamente.
En combatir la barbarie.


lunes, 9 de marzo de 2020

No quiero ser europea



Yo quiero renunciar a ser europea.
Quisiera que alguien me dijera cómo apostatar de esta Europa que condena a vivir como animales a seres que huyen del hambre y de las guerras.
No quiero ser igual de humana que esas bestias que golpean a quienes, exhaustos, intentan llegar a tierra firme y los empujan para que mueran a la deriva con sus niños ahogados en pena.
No quiero ser europea, no quiero vivir cercada por el fascismo que niega el pan y la sal con leyes y con fronteras, que disimula sus ideas xenófobas bajo las togas, entre las urnas, frente a las cámaras.
No quiero ser europea, me avergüenza.
En el mismo vientre de la democracia se hacinan miles de personas mientras esperan un salvoconducto que les permita la dignidad de sobrevivir en esta parte del mundo, que es de todos.
Un salvoconducto para viajar y escapar de la miseria de vivir en una cárcel que es una isla que es otro infierno del que huir de nuevo.
No quiero ser europea, la humanidad se congela sin piedad en esta porción de tierra.






sábado, 7 de marzo de 2020

Las invisibles



Todos los meses con sus días y sus horas interminables hay mujeres que no celebran nada. No tienen nada por lo que brindar, no tienen pan, ni apenas vida.
Existen invisibles caminando por los desiertos con sus hijos famélicos, existen invisibles en rincones mugrientos donde fabrican orgasmos y lloran calladas.
Existen pobres y golpeadas, pobres y parturientas, pobres y sudorosas en el campo que las envenena.
Existen en pateras a la deriva.
Existen en países donde el imperialismo llegó para arrasar sus hogares y convertirlas en figuras errantes que nadie mira.
Existen millones de mujeres huérfanas de humanidad que sólo conocen la barbarie de estos tiempos de guerra, de estos tiempos criminales para los que la vida no vale nada y la vida de las mujeres vale la mitad de la mitad de nada.
Existen miserables, esclavas, enfermas, olvidadas.
Existen tapadas, lapidadas, obligadas a ser solaz de hombres con armas.
Existen por su vulva generosa, por ser incubadoras, porque sólo ellas pueden amamantar a los que nacen para perpetuar la violencia.
Existen ellas, tan solas, tan abandonadas. Negras, indígenas, mestizas, mulatas, asiáticas, gitanas…
Tan heridas, tan invisibles.
Existen.
Existen sin saber siquiera que celebramos un día que es de todas, sin intuir que nos solidarizamos con sus jornadas extenuantes, con el mercadeo de sus cuerpos, con la violencia que las atraviesa, con los salarios de hambrunas, con sus cielos llenos de batallas.
Existen de espaldas a nuestras teorías feministas, a nuestras pancartas occidentales, a nuestros derechos conquistados. Existen sin ser rubias, sin enseñar las tetas, ni desafiar a los dioses en las iglesias.
Existen millones de mujeres respirando en sepulturas.  
Vidas que sostienen este imperio de podredumbre y mercadeo, vidas que mueren para que se consoliden democracias donde mandan falos inservibles.

Anochece en este siglo. Nosotras mañana no veremos que es la estrella del socialismo la que puede alumbrarnos hasta que amanezca en serio.