Son demasiadas las carnicerías humanas edulcoradas con
propaganda.
Con excusas patrióticas y humanitarias.
Con excusas democráticas.
Las palabras deben ser disparos que ejecuten la barbarie.
Las preguntas deben caer como cae el plomo, como caen los
cuerpos.
¿Quiénes obtienen ganancia de un pueblo tiroteado?
¿Quién paga la cuenta de tanta violencia?
¿Quiénes son los beneficiarios?
¿Quiénes son los enemigos?
¿Cuál es la recompensa?
¿Quiénes diezman?
¿Quiénes nunca arriesgan?
¿Quiénes financian los cuchillos?
¿Quiénes derrotan los sueños, ahorcan soberanías,
destruyen la vida?
¿Quiénes acorralan a los emputecidos?
¿Quiénes resucitan la peste de la cruz gamada?
¿Quiénes son?
Y nosotros ¿quiénes somos?
¿Acaso no estamos todos, mujeres, negros, poetas, en el
mismo lado?
¿Acaso no trabajamos todos pa que esos pocos sean libres?
¿Acaso no morimos en selvas o en desiertos, en el tajo o
hambreados pa que esos pocos sigan en su opulenta rueda?
Entonces, somos de Ucrania y de libia y de Palestina, somos
trabajadora en una maquila o emigrante desgarrado en una valla o desahuciado o
maestro de una escuela.
¿Por qué creemos entonces lo que nos cuentan los que no
son como nosotros?
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