Yo lo que veo es que a millones se les escapa la vida sin
haber tenido una sola tregua, un respiro, un alto en camino.
Millones de seres humanos creen que la vida es eso que
tiene entre manos, un sobrevivir a duras penas, un morir irremediable, un acoso
en toda regla.
Los genocidios no son casuales, ni siquiera esporádicos,
son tan antiguos como el capitalismo.
Los genocidios tampoco son fulminantes, a veces son
lentos, casi imperceptibles en el día a día, pero igual de sangrientos.
Sospecho que el mapa de la mortalidad en el Estado
español modificará sus cifras, poco a poco, año tras año.
Los pueblos más al sur, morirán más y peor, estarán más
enfermos, menos cultivados, los niños más desnutridos, los viejos más
abandonados.
La mendicidad irá en aumento, las cárceles se harán más
grandes o se hacinarán lo presos.
Los policías serán armados mejor pa contener la rabia, serán
aun más impunes para el golpe y la bala.
Y este morir lento de los pueblos, esta agonía del
futuro, se puede remediar, claro que se puede.
Pero no con las urnas.
La democracia es
la excusa pa seguir con la barbarie, pa legitimar el hambre, pa no cambiar el
orden criminal de las cosas.
Basta ya de promesas.
Basta de shows televisivos, de twits anacrónicos, de
postureo zurdo y malintencionado.
Hablemos de lo que importa.
De nosotros.
Hablemos también de la victoria de los condenados.
Hablemos de esa victoria tan urgente como necesaria.
Hablemos del mañana, joder, de la necesidad de proteger
la vida de todos y cada uno, no en términos de democracias homicidas. No.
Hablemos del mañana, con palabras exactas de verdad y de justicia.
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