domingo, 13 de septiembre de 2015

Otra guerra, otra.


Cuánto ruido hay en el aire,
cuánto ruido de tambores y de sables,
cuánta gente,
cuánto pueblo ajeno a la barbarie.

Cuánta bandera bendecida por criminales de la pluma,
por sicarios de las letras,
por mercenarios de poemas,
por ilustres pensadores con malas influencias.

Cuánto harapo, cuánta hambre,
cuánto muerto por las calles.

Y yo sólo soy poeta mientras se excusa otra guerra.
Sólo palabras, sólo impotencia,
sólo rabia en mis arterias,
sólo manos agarrando este corazón que revienta.
Otra guerra,
otra.
Otra derrota en la tierra.
Suena el réquiem de la paz
y el mundo ni siquiera tiembla.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Son de los nuestros


Y claro, como los medios están preocupados por las riadas de Japón, por la patada de la reportera, por los catalanes y su ansía de independencia, por el número de refugiados asignado como si fueran piedras, por si el rey se tira un pedo o varios, por el clima bueno, malo regular, cálido, templado frío, gélido, por el futbol, por Venezuela y la escasez de papel higiénico y un sinfín de noticias es normal entonces que la muerte de al menos cuatro trabajadores pase desapercibida.
Poca cosa, sucedió en Andalucía.
Poca cosa, eran jornaleros.
 Poca cosa, eran lituanos y rusos.
Nada, muertos casuales de tercera.
 El destino  se llevó los cuerpos dormidos plácidamente en el confort de un desagüe.
¡Qué mala suerte ¡
¡Silencio!
Los medios se encargan de echar sobre estos cadáveres indiferencia.
Nadie habla sobre su esclavitud, sobre su desarraigo, sobre la humillación de subsistir en condiciones feudales.
Nadie habla de ellos, apenas sus nombres y su origen pa dejar bien claro que no deben importar a nadie.
Son de los nuestros, joder. los  que venden puerta a puerta, los que caen fulminados por el calor y el hambre, los que viven a la intemperie, los superexplotados.

También son de los nuestros los  vomitados en silencio por este sistema tan bestia.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Soy una miserable

La verdad es que estos días me siento una miserable.
No es que no tirite de horror con el éxodo, las penurias y los andrajos de los refugiados. No.
Sucede que a la vez me vienen otras imágenes a la memoria, otros recuerdos, otras rabias  paralelas: los estudiantes de Ayotzinapa, la fosa común la macarena, el tren “la bestia”, los bombardeos en Ucrania, los periodistas asesinados, las masacres de Palestina, Irak, etc.
Y siento bastante estupor por el interés mediático que esto suscita y la invisibilizaciòn de otras víctimas, de otras guerras, de otras violencias imperiales, de otros intereses codiciosos y dominantes.
Y me siento una miserable porque yo no pondré flores en un jarrón pa recibir a una familia siria en mi casa, yo no sonreiré pletórica cuando una cámara me enfoque, continuaré señalando  a los culpables que generan muertos de primera de segunda y de tercera   mientras el pueblo con el corazón bombardeado por una foto, se desgarra con el mea culpa y se prepara para ser solidario sin preguntarse:
¿Por qué?
¿Para qué?
¿Desde cuándo?
¿Quién?
¿Quiénes?
¿Hasta cuándo estará la humanidad soportando  los golpes de pobreza y de espanto?

Perdonen a esta poeta  miserable, perdonen que no tenga flores, ando zurciendo sudarios con mis poemas, el mundo es una barbarie.

jueves, 3 de septiembre de 2015

La hostia


La hostia que hemos recibido en la conciencia estos días nos ha dejado tiritando.
Niños muertos sobre la arena.
Alambradas.
Desesperación por manadas.
Trenes cargados de seres humanos que huyen del horror.
Muros, cuchillas, mares convertidos en sepulturas inmensas.
Andrajos, miedo, muerte.
Y nosotros, que olvidamos fácilmente contemplamos esto como si fuera nuevo.
Como si no existiera Gaza, ni Ucrania, ni Irak.
Como si el mar no fuera desde hace decenios un enorme cementerio
Como si fuera la primera vez que un país o varios huyen del espanto de una guerra inventada lejos por la codicia y sus turbios manejos.
Y todos queremos ser solidarios, deseamos abrir nuestras casas, ser mejores  en mitad de tanta desolación.
Pero la maquinaria sigue su trabajo demoledor, escupiendo sangre, huesos, patrias, infancias.
Y yo, que cada día me siento más vieja y cansada, me pregunto a estas horas, ¿qué será lo siguiente?, ¿con qué argumentos?, ¿hasta dónde permitiremos que lleguen los que se reparten la tierra y esparcen los cadáveres?
 Vivimos tiempos democráticamente homicidas,  ¿en nombre de qué o de quiénes?
La respuesta es simple: El horror  es demasiado rentable para ponerle límite, ¿vamos a permitirlo más siglos?

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ojalà


Ojalá yo fuera una mujer sencilla con la sola preocupación
de vivir a toda prisa.
Ojalá no hubiera visto muertos en cada esquina,
patrias a la deriva,
sepulturas atroces,
 infancias delirantes donde sólo crecen los golpes.

Ojalá pudiera desandar la vida.
Ojalá no fuera ni poeta, ni vasca.
y  me importaran un bledo
los hombres y las mujeres
que deambulan
buscando paz
en las fronteras.

Ojalá me importaran un bledo
cada uno de sus hijos,
cada una de sus ruinas,
cada uno de sus recuerdos.

Ojalá pudiera arrancarme este corazón
para vivir pausadamente,
sin este dolor que es impotencia,
sin esta impotencia
que va  pudriendo los poemas.

domingo, 30 de agosto de 2015

Buscadme, poetas


Yo ya me fui, poetas,
lejos, lejos,
muy lejos de las primaveras.
Buscadme entre los que, (amando), aflojan las cadenas,
buscadme con el oído pegado a la tierra,
buscadme sin fusil, con sólo mi pena a cuestas.

Buscadme poetas,
venid a este lado a encontrarme,
cruzad los puentes,
dinamitad los muros,
reventad la paz inventada por los más bestias.

Apenas tengo  palabras
y aún debo escribir sobre esos ojos  cuajados a la intemperie,
sobre ese llanto que se incrusta en el aire,
sobre esos huesos tibios en la memoria de los más valientes.

Buscadme con el salvoconducto que  alivie mi dolor oscuro,
mi  penar manchado,
mi canción de luto.

Y cuando me hayáis encontrado, poetas,
no sintáis lástima ninguna,
estoy donde quise estar,
con el corazón ulcerado
de tanta soledad en los versos,
de tanto mundo sin voz,
de tanta voz sin mundo.

Buscadme, poetas,
cruzad los puentes,
dinamitad los muros,
reventad esta paz quieta en la que ya no cree nadie.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Humanidad


¿Cuántos huesos anónimos pudren la tierra?
¿Cuàntos pudren los mares?
¿Cuàntos las conciencias?
¿Cuánta humanidad cabe en un verdugo,
en un emperador,
en un siervo de dios,
en un soldado?

¿Cuánto dolor se amontona en la historia,
en un sólo pueblo,
en un sólo día?

¿Cuánta sangre mancha
las veloces rapiñas,
los duelos intensos,
las sepulturas vacías?

¿Cuánta humanidad
cayó en el abismo de los siglos,
en la memoria de los vivos,
en la tortura arraigada en las celdas
o en los domicilios?

¿Dónde?
¿Dónde está la humanidad
con la que fuimos paridos
cuando nadie nos pidió permiso
y apenas fuimos bienvenidos?
¿Dónde?,
¿Dónde está la humanidad,
esa que debería estremecerse
hasta conseguir lo mínimo?

¿Hacia dónde debo caminar
ahora que el mundo
 premia el espanto,
 lo eleva a los altares
y se arrrodilla para alimentar su hambre homicida?

¿Hacia dónde debo caminar
si miro el horror
como  mira un furtivo al ciervo,
como mira un asesino sus despojos,
como se mira un monstruo en el espejo?

¿Hacia dónde debo caminar
para ser humana a tiempo completo,
para ser humana y merecerlo?.