martes, 10 de febrero de 2015

Los atrapados


Las deudas nos  doblegan.
En su nombre se puede matar de hambre o de guerra.
En su nombre dejan a los niños durmiendo a la intemperie.
En su nombre agonizan los enfermos y los trabajadores, trabajan a destajo casi de balde.
En su nombre es posible arrodillar a los países más indomables.
Todo es posible si  las deudas crecen.
Podemos  pagarlas  a tocateja, lo que nos pidan, gota a gota,  casa a casa, vida a vida.
Pero el futuro estará sepultado  porque el endeudamiento es la cadena con la que atan a los pueblos para que sean esclavos.
 Habrá quien diga que se pueden negociar, entonces serán menos gruesas pero igualmente  siniestras
Habrá quien diga, que se puede decidir los eslabones que tengan,  mayor o menor longitud, pero seguirán siendo cadenas.
Habrá quien diga que podemos elegir si son de hierro, de acero o de oro. Que podemos elegir llevarlas en los pies, en la cintura, en el cuello, en los brazos o en las banderas pero seguirán siendo cadenas.
La única solución es romperlas.
 Curarnos las heridas que dejan y aprender a vivir sin miedo a moverse libres de ellas.
Sin miedo a los acreedores, sólo son demòcratas feudales.
Sin miedo a plantar cara a esta servidumbre que anula nuestra humanidad y nos convierte en bestias.

2 comentarios:

  1. De la UE criminal hay que irse. La deuda camorrista no hay que pagarla. La pobreza hay que combatirla redistribuyendo radicalmente la riqueza...
    Tus versos son puños revolucionarios, necesarios, libres... Un placer leerte
    Salud!

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  2. Deudas ajenas. Así es es este sistema perverso, los beneficios de la especulación y el tráfico de armas, personas, etc. se mantienen en el ámbito exclusivo de lo privado, y las deudas de cuatro manirrotos de mierda se anotan en el debe de lo público, del pueblo ese al que llaman sabio y soberano.

    Besos, Silvia.

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