domingo, 23 de mayo de 2010
La izquierda tibia
Una parte de la izquierda española, de esa zurda tibiecita, acostumbrada al traje, la rueda de prensa, y el maquillaje está empezando a incomodarse ante la situación de esta España que se derrumba a los pies de los oligarcas. Hoy hacen pucheros, se cruzan de brazos, y dicen enfadados, “yo ya no juego”. Pero han jugado.
Esa izquierda de pastel, prudente, comedida, democráticamente educada, esa que recogió el testigo de franquito sin chistar, sin un ay, por el pasado, sin un ay, por los crímenes que estaban pisando, hoy, les vemos acorralados, sin saber qué hacer, ni pa donde mirar.
Esa misma izquierda que ha callado cobarde y cómplice la tortura, esa misma izquierda de despojo que ha glorificado la ilegalización de partidos, que no dice ni mu, por no dejar decir a una parte de la sociedad vasca, esa misma izquierda, mamporrera, dueña de la desfachatez ideológica, que omite hablar del derecho de autodeterminación de los pueblos, que esquiva la cuestión de los presos políticos, que invisibiliza la realidad de los medios de comunicación cerrados a cal y canto, por decretazo, esa misma izquierda, con esta memoria y este presente tan delirantes, hoy anda como una bestia encarcelada, sin saber cómo escapar, como escurrir el bulto, como salvarse de este naufragio ya tan evidente. Y sacan de la chistera a sus teóricos, y hablan de los recortes del “zapatillo”, como si ellos no hubiesen favorecido, a lo largo de estos años este desastre con su silencio y felonìa.
Escurren el bulto, ahora que el barco se hunde inexorablemente.
Mientras no peligraron sus asientos todos fueron aplausos.
Pero hoy las cosas han cambiado, hay que salvarse a toda costa, decir lo que sea, proponer lo que sea, ponerse al lado de quien sea, quitarse de la foto, borrar ese pasado, jugar a “yo no he sido”.
Es tarde.
Su tiempo ya ha pasado, no se puede masturbar y diezmar con la otra mano.
Es hora de recoger los muebles y la ropa, es hora de dejar hacer a los que nunca se quedaron callados. Es hora, pues, ¡despejen el camino¡
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No lo despejarán a no ser que el pueblo los aparte a empujones, Silvia. Y el pueblo sigue dormido. Espero que gritos como el tuyo ayuden a hacer el prodigio (porque prodigioso sería tras tan larga siesta) y despierte (hoy estoy más pesimista que de costumbre).
ResponderEliminarAbrazos.
Como siempre, letras afiladas contra aquello que mas que sumar belleza, da fealdad.
ResponderEliminarUn Beso