Son peligrosos los jóvenes combativos. Que los detengan.
Que detengan a los que piden la paz completa, no esa triste
paz tan tuerta.
Que detengan a los que exigen techo,
a los que se niegan a pagar la deuda,
a los que no se ponen mordaza,
a los que quieren más letras.
Que detengan a los que se quejan,
a los que quieren tierra.
Que detengan a los hambreados que plantan cara a la
opulencia ajena,
a los que se dejan llevar por la conciencia,
a los solidarios,
a los trabajadores sin trabajo,
a los que no se domestican.
Que detengan a las madres, a los bomberos, a los viejos, a
los maestros,
que detengan la palabra, la voz, el grito,
que hagan una cárcel inmensa donde quepamos todos.
Que las calles se llenan de trampas para cazar a los que
desobedecen
la pobreza porque sí,
los golpes, por si acaso,
la rebeldía de quienes se niegan a agachar la cabeza.
Que nos detengan a todos,
a mí también,
por ser poeta.
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