jueves, 3 de enero de 2013

El tiempòmetro


Viñeta de Kalvellido
El tiempo, la vida fragmentada en sueños y trabajo, casi todos lo vendemos a la baja, o lo cedemos tristemente o lo cambiamos por nada.
Y esas migajas que nos quedan al final de la jornada, cuando ya el cansancio tritura las ganas, cuando queda poca fuerza para empujar el alma, a veces, lo usamos para el amor, para mirarnos cara a cara.
A veces, algunos de nosotros, con esos tiempos desmigados hacemos señas a la esperanza para que nos regale más horas de alcoba, para que nos de una tregua y dure la noche como si fueran mil noches eternamente largas.
A veces también, con ese poquísimo tiempo que el calendario deja caer, oxidado, nos juntamos, bien apretados, para conjurar a la muerte y a sus pasos, para intentar recuperar lo que está definitivamente perdido, para negarnos a ser  computados en horas trabajadas a destajo, para plantar cara a ese tiempòmetro que nos resta alegría, que nos roba salud, que nos deja a la deriva.
Inmensamente agotados.
Sin la alquimia de los corazones latiendo vigorosos por estrenar canciones y utopías.
Por eso, yo, cuando, miro las luchas  de las calles o las selvas o los pueblos o las banderas, pienso en los jornaleros que después del tajo, se unen y conspiran y se rebelan y regalan sus pedacitos de tiempo, lo derraman generosos sobre los relojes y se arrancan el sudor y las cadenas y dejan de lado los músculos tensos, el dolor de espalda, el ruido de las máquinas y sueñan con que un día  no tengamos precio, que es lo mismo que decir, que sueñan con que un día, nadie nos robe tanta, tantísima vida.

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