jueves, 11 de febrero de 2010

GUERRA III


Mis juegos no fueron de piedra, papel, tijera,
fueron de plomo, de escombros, de calavera.
Y todo el horror de un niño asustado
se derramaba sobre la sangre fresca.
No fue una infancia risueña,
de regalos, de rayuelas, de fiestas,
fue una niñez en tinieblas.
Sin saber por què,
sin saber quien
ni hasta cuando
una tarde mansa y quieta
cerraron la puerta a las primaveras
y nunca màs hubo soleadas tardes de siesta.
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No es mi vejez de calma, de paseos, de recuerdos,
es de temblores, de gritos, de bombardeos,
y todo el horror de un anciano asustado
se derrama sobre la sangre fresca.
No es una vejez serena,
de descanso, de relatos, de experiencias,
es una vejez en tinieblas,
Sin saber por què,
sin saber quien
ni hasta cuando
una tarde mansa y quieta han cerrado la puerta a las primaveras.
Y nunca màs habrà soleadas tardes de siesta.
Y el insomnio será lo menos malo
de llegar a la vejez para vivir otra guerra.

1 comentario:

  1. Con vivir -es un decir- una guerra ya sobra. Aunque, a veces, no nos demos cuenta. Pues guerras, aun de modo inconsciente, ya hemos asistido y seguiremos asistiendo a muchas, cada día, en los andamios, las carreteras, en la cola del paro. No son, quizá, comparables con lo que sucede en Palestina o con la guerra del coltán, pero no dejan de ser conflictos cargados de violencia.

    Abrazos.

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