martes, 12 de noviembre de 2019

Llorar a solas



No es momento de llorar a solas con la esperanza hecha trizas.
Se acercan tiempos demasiado difíciles, no malos tiempos que llegarán mañana, ni la próxima primavera.
Se irán colando los días aciagos durante años o quién sabe, décadas.
Hablo de malos tiempos porque hablo de neofascismo.
No hablo de España, ni siquiera hablo de Europa, hablo del mundo.
Por donde quiera que miremos asoma una realidad de escalofrío:  indígenas atropellados por multinacionales, estudiantes acribillados por militares en democracia, golpes de estado orquestados por los imperios, miles de seres humanos errantes por desiertos, en océanos, en selvas sin ser auxiliados.
Mientras esto sucede y vivir se va convirtiendo en un privilegio la ideología más criminal suma fieles a su causa.
Escala peldaños.
Asciende al cielo de los medios de comunicación como si fueran santos.
De nuevo están triunfando.
Y por eso insisto: no es momento de arrancarnos los nudillos a mordiscos, no es momento de darse golpes en el pecho por lo que no hicimos o hicimos mal.
El hecho es que ya están de nuevo en las calles de Santiago, de Madrid, de Houston, de Atenas o Marsella.
Con el pecho al descubierto o de tiernos liberales, cantan su victoria.
Y a nosotros no nos queda otra que airear la memoria, fundir las rabias y plantar cara a esta realidad que se quiere imponer de aporofobia y odio contra los que soñamos con unas democracias auténticas.


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