Las zarpas del fascismo ya han empezado a arañar esta
esmirriada “democracia”.
Sus zarpazos dicen ser legítimos porque un puñado de miles
de personas los avalaron con su voto. También fueron mujeres las que estiraron
el brazo después de alzarlo para usar la urna y defenestrarnos.
Podemos entender que son ignorantes, que son manipulables, que
son algo idiotas, pero saben perfectamente lo que hacen, les gusta seguir a un nuevo
caudillo. Aceptan sus discursos machistas, xenófobos, clasistas.
Las mujeres que les han votado aplauden cuando prometen
cambiar las leyes contra el maltrato hacia ellas mismas. Abrazan el patriarcado
cuando el machito de turno argumenta que las denuncias falsas son un “hecho contrastado”
y critican a las mujeres violadas por enseñar las rodillas o las bragas.
A ellas también les molestan en los parques o en los
colegios los niños de otros colores mezclados con los suyos, o las madres con hiyab,
o la rumana con el hijo en brazos pidiendo por la calle.
Ellas también creen que España no se rompe y cualquier
fractura ha de arreglarse por cojones.
Son mujeres con zarpas. Hieden a guarida, a cuadra, igual
que los machos a los que acompañan. Su aliento envenena el aire.
Fascistas con vagina. Fascistas, al fin y al cabo.
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