Viñeta de Kalvellido
La libertad de expresión está amarrada a muchos yugos, a demasiados. Por lo visto, ya no vamos a poder decir, ni siquiera entre amigos, un “caguendios”, sin que nos delaten y nos lleven a los tribunales.
Tampoco vamos a poder cuestionar los crímenes en nombre de la cruz, ni a decir quiénes son los que primero crucificaron a los pueblos, mucho menos deberemos enseñar las tetas, ni vamos a poder irritarnos porque la iglesia está instalada como carcoma en los pilares del sistema.
Desde luego que no estaría bien que dijéramos que esconden crímenes, que protegen sátrapas, que son hipócritas, cínicos, que se sientan a la derecha del que manda. Que nadie diga que hacen apología de la injusticia con la resignación que aconsejan. Que hacen apología de la enfermedad y de la muerte porque el placer ajeno les da alergia.
Que a nadie se le ocurra preguntar qué hacen esos tipos con falda imponiéndonos sus ideas, cerrando la boca de quien no les reverencia.
Tienen un ejército que se enfurece enseguida, hombres y mujeres castos, rancios, con las manos siempre preparadas para coser labios.
Que nadie les diga que estamos hartos de esa España falsa, de tricornio, cáliz y revancha.
Que nadie les diga, que ese dios por el que tanto guerrean es un tipo charlatán, de derechas, que lleva siglos jodièndonos de mil maneras.
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