
El futuro sería demasiado sombrío si no hubiera luz entre las tinieblas.
Esa luz la lleva parpadeante un puñado de gente que no se rinde: presos que se mantienen firmes entre rejas, políticos con la paz clavada en el pecho, sindicalistas en medio de emperadores, periodistas sin mordaza, activistas que no se acobardan, gentes de uno y otro costado que no aceptan la rendición de la palabra, que recogen los alaridos para transformarlos en evidencias.
Gentes corrientes a los que también les pesa esta forma de vida alejada de la canción, del abrazo, de la risa.
Gentes comunes que transforman el día a día, sin travestirse, sin ponerse precio, sin doble rasero, sin armas y sin yelmos.
Gente que no cede un palmo, que no se domestica, que no se arrodilla.
Que no son piedra, que nutridos de esperanza combaten la vieja ley de la codicia.
Gentes con dos brazos, dos piernas y un sólo corazón para pelear contra las injusticias.
Gentes sencillas.
Admirables gentes sencillas.
Por ellos yo sé que este año que empieza con su siniestro presagio de miseria será menos malo de lo que unos pocos desean.
Por ellos yo sé que este año 2011, traerá combates y resistencias, traerá quejas, se romperán jaulas, se extinguirán demencias.
Por ellos, si, porque está muy presente su herencia, este año que empieza, vendrá cargado de insurgencias.
Cruzo los dedos para que así sea.