sábado, 30 de marzo de 2013

El tren

Viñeta de Kalvellido

Mis padres vinieron  en tren a esta tierra.
Traían un hijo con los mocos  colgando y un deseo inmenso de abrirse paso.
Eran jóvenes cuando llegaron.
Han pasado desde entonces 30 años.
Aprendieron a vivir a pesar de los zarpazos y nunca escasearon  los abrazos.
Nunca oí quejarse a mi padre.
Aceptó su destino pero no quiso para mí el mismo.
Consiguió que amara los libros aunque a él rara vez el cansancio le permitía abrirlos.
Consiguió que fuera maestro.
Consiguió que  aprendiera inglés, francés y pedagogía y después que peregrinara con mi currículum.
Consiguió  que no me dejara corroer por la lástima.
Pero hace días que ya mi padre no habla.
Ha perdido mi nombre en el laberinto de esta casa y no quiere darme sus palabras. No quiere explicarme que hay que creer, luchar, formarse.
Sabe que decir esto nos distancia.
No quiere ver que su hijo pide la paga pobre a un trabajador que se rompió los brazos y la dignidad en la fábrica.
No quiere más humillación, no quiere vivir viendo como su hijo no encuentra por ningún sitio  esperanza.
Le preocupa morirse porque me dejarà solo. Con sólo libros. Con sólo objetos que no sirven.
Le preocupa haber hecho de mí un hombre honrado.
Creo que si pudiera empezar de nuevo, desandar el viaje en tren que nos trajo a este lugar de industria y salarios, se quedaría atado a su tierra, enseñándome yugos y arados para arrancar algún fruto al campo y así morirse  tranquilo, confiado, en paz consigo mismo.
Hoy piensa, seguro, que si pudiera empezar de nuevo, no  elegiría  esta tristeza de verme siempre buscando trabajo, con un libro y no un pan bajo el brazo.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Mis banderas


 Viñeta de Kalvellido
45 años. Mujer, sin hijos y con alguna bandera.
Pocos amigos, es lo que ocurre cuando el dolor estorba.
Hablo poco, lloro mucho.
Ando con el corazón en carne viva, nunca aprendí a vivir de otra manera.

Mi poesía sueña con  ser luz o primavera,
ser manantial,
ser estrella.
Ser la letanía que sane las úlceras  de cada espanto o barbarie.
Quisiera hoy más que nunca, amigo, compañero,
arrancar tu  pena tan profunda,
dejarte un talismán entre los dedos,
quisiera llenar los silencios
con otros silencios que acompañen,
con una rabia nueva e infinita por vuestro penar de balde.

Pero amigo, mi poesía es inútil entre tus lágrimas.
Mujer, 45 años, sin hijos y con alguna bandera,
la de la ternura compañero.

La de la ternura y la amistad que  te devuelvo.

martes, 26 de marzo de 2013

Podrida de làstima


Viñeta de Kalvellido
Con tanta sobredosis de información trágica he aprendido a callarme, a no quejarme, a pensar que soy una afortunada en esta inmensa podredumbre del todo o nada.
Cuando el todo es un trabajo  precario   y la nada son  los piojos, las caries, las muertes de gente que convirtieron en paria...
Me ha acostumbrado a pensar que tengo suerte y me siento extraña con estos pensamientos, como si mi conciencia se hubiera quedado atrapada.
Porque pensar que tengo suerte por trabajar con la amenaza del despido es vivir con la dignidad dándome la espalda.
No debo admitir que soy una persona con suerte como si fuera una plegaria.
Simplemente soy una esclava útil porque no estoy embarazada.
Pero pronto sospecharán.
Y ese día  se derrumbara esta suerte extraña con un hasta luego, no vengas mañana.
Y entonces qué haré yo si quiero ser madre y el tiempo me aplasta.
Qué haré si nace sin pan, sin techo ni esperanza.
Qué haré si llora harapiento por estas calles sembradas de parias.
Es mejor que no nazca.
Que no vea a su madre podrida de lastima.

Rojo y cabròn


Viñeta de Kalvellido
Cuando me dijeron que a mi padre lo habían matado por rojo y cabròn, tenía 16 años.
Desde entonces dosifiquè el odio, supe que me haría falta toda la vida.
Muchos, casi todos, dicen que odiar es malo. Es peor perdonar u olvidar, al menos el odio mantiene palpitantes los recuerdos.
Yo he mantenido mi dignidad en pie gracias a èl.
Y gracias a él estuve siempre vigilante, combatiendo a todo aquel que nos condena a esta podredumbre de no poder pasar página.
Hoy fui con mis hijos a evitar el desahucio de un amigo.
Y por primera vez les hablé de mi padre, les dije que fue asesinado por defender también una casa, enorme, la de sus ideales y que nosotros al defender la casa de otros, honramos su memoria y la de todos los fusilados.
Mis hijos son como otros hijos, jóvenes a los que se les cierra el paso.
Jóvenes que viven la impotencia y la impunidad como si fueran la misma cosa.
Hoy quise explicarles que quien asalte cualquiera de las casas, las que son hogar y las que son ideas, se merece nuestro odio, un odio armado con coraje y rabia.
Disparado  a bocajarro contra los que nos degradan.

domingo, 24 de marzo de 2013

La memoria desahuciada


Viñeta de Kalvellido
Qué difícil es pensar en la felicidad  cuando nunca la he tenido cerca.
Qué difícil es vivir con la certeza de que otros fornican con ella.
Porque la felicidad para los que estamos en el filo  es un espejismo, es  esa zanahoria que nunca se alcanza y se persigue y persigue hasta la muerte.
Quizá  eso que dicen los ilustres sea cierto: la felicidad es una disculpa para vivir detrás de un engaño.
Como la libertad,  conceptos que no se dejan manosear entre andrajos.
Pero no me hagan ustedes caso, son las últimas reflexiones de alguien que  perderá para siempre la memoria.
Porque esta casa es mi pasado y hoy me echan.
Cada uno de los libros que quedará aquí es un fragmento de mi vida, cada uno de los documentos que amontono es la evidencia de que una vez estuve vivo, cada uno de los manuscritos que esperaron inútilmente su publicación son testimonio de una vida vivida a contracielo, por eso, hoy, cuando revienten la cerradura y tenga que abandonarlo todo me reventarán a mí también en mil pedazos.
Y aunque en este barrio, no soy el único, ni el primero al que le roban su techo después de haberle robado el salario, después de haberle robado su tiempo, después de haberle robado esa  felicidad que para nosotros, los de abajo, no existe. Sí seré el único al que ya nada le importa.
Soy el único que ya no tiene vida para defender el lugar desde donde escribo y pienso.
Me estoy muriendo y moriré sin historia.
Un hombre  viejo anónimamente muerto.
Eso será todo.

viernes, 22 de marzo de 2013

Arroz con làgrimas


Viñeta de Kalvellido
Hoy vendrá mi nieto a comer.
Nos sentaremos frente a frente, tristes los dos y callados. Apenas comeremos algo de arroz,  lo voy dosificando sábado a sábado.
No sé si se dará cuenta de que no tengo luz, de que la casa está más fría que nunca, le mentiré si me pregunta, como él me miente cuando le digo si ya está trabajando. Todas las semanas es lo mismo, nos engañamos por amor.
Porque no podemos poner sobre la mesa este espanto de malvivir, esta mala suerte de estar día a día, con el corazón arrodillado.
Yo no puedo ayudarle a él, él no puede ayudarme a mí y así vamos tragando este poco de arroz con lágrimas.
He pensado mucho en su futuro,  le diré que se marche. Tan lejos como pueda.
Le diré: vete, yo aquí me quedo. Estaré bien, he vendido esta casa, es poco lo sé, pero te alcanza.
Vete, y no mires más a esta patria que nos niega el pan, que nos estafa.
Le mentiré, por amor se puede mentir, le diré que me voy a una residencia, que me han dado una plaza, que  comeré todos los días y dormiré sin el dolor del frío incrustado en el alma.
Se irá con su porción de esperanza.
Y yo  terminaré de una vez con esta vida que siempre llevé a rastras.

jueves, 21 de marzo de 2013

El centro comercial


Viñeta de Kalvellido
Hace frío. Me levanto de la cama, son las nueve sin leche y sin pan.
Me visto, se visten los niños. Nos miramos en silencio.
Los tres sabemos que hoy ninguno sonreirá.
Vamos  al centro comercial hasta que el cuerpo se temple, allí siempre es primavera.
Después hurgaremos en la basura pero aún es pronto, todo está limpio, brillante.
Es una catedral donde dios cuenta monedas pero no las reparte.

 No tengo fuerza para la esperanza ni  los abrazos.
Me pesan demasiado sus vidas, su presente debilitado, sus miradas piadosas, sus ruegos permanentes de canciones y de comida.
Me duele pensar que todo lo que puedo ofrecerles es este calor prestado, este futuro mendicante y en harapos.
Somos muchos los que estamos tiritando.
Somos demasiados los que cada mañana venimos aquí para templarnos y pelear  por el trozo de alimento que cae al suelo, como si fuéramos bestias.
Somos demasiados los vomitados por la impunidad de quienes nos apalean.
Por la noche regresaremos a nuestras casas,  el miedo siempre acecha.
No quiero otro día de frío para mis hijos, no quiero más mesas vacías, no quiero verlos en la cruz de la injusticia.
No quiero, joder, no quiero.
No voy a aceptar que mis hijos pasen hambre.
Antes me llevaré a los culpables por delante.