sábado, 6 de abril de 2019

Nuestros viejos



No puedo evitar pensar que hasta el momento no hemos conseguido ni siquiera un poquito de justicia para nuestros viejos.
Van muriendo como si nada.
Década tras década, sepultura tras sepultura. Puñados de desprecio sobre vuestra memoria.
Y caminamos por las calles, ausentes, desenfadados, rebeldes, cansados y a nuestro lado un anciano arrastra su bastón  o desea hablarnos en la cola del supermercado  o lo vemos leyendo el periódico en un parque o de la mano de sus biznietos y no detenemos el paso  para explicarles qué hicimos con sus ideas después de ser tiroteadas, qué fue de su lucha al hacerla nuestra  o por qué  aún no conocemos una democracia de veras.
Es triste saber que se mueren sin abrazar la bandera por la que perdieron la libertad y la vida.
Nuestro presente es otra condena en el umbral de su agonía.

Tanta política del escarmiento.
Tanta cabeza rapada, tanto paredón y  delaciones.
Tanto exilio y cárcel y cruz.
Tanta muerte desabrochada.
Tanto daño a un pueblo que amaneció soñando y se acostó envuelto en un sudario para comprobar que hoy hemos traicionado su legado.

Y van muriendo gota a gota.
Y  siempre son nuestras las derrotas.
Los fascistas ganan por las balas o por las urnas
y nuestros viejos se mueren
nombre a nombre.
Sin una sola victoria.



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