jueves, 21 de julio de 2016

La hoguera


Me pregunto mañana, es decir este futuro que está a la vuelta de la esquina, cuánto costará el pan, alimento básico,  quiénes podrán comer proteínas y cual será su nivel de toxicidad.
Me pregunto quiénes de todos los inquilinos de la tierra contarán en sus pueblos con una fuente de agua fresca, con un grifo en sus casas, con una tinaja llena, tan llena como las calles del mundo de desesperanza.
Me pregunto en definitiva a cuánto cotizará la vida.
No podemos cerrar los ojos a este mañana tan profundamente oscuro.
Ahora mismo las colas del hambre son alarmantes.
Ahora mismo, la pena de muerte es un hecho porque millones de seres humanos no tienen qué comer, no tienen qué beber, no tienen ni siquiera un ahora al que agarrarse y están así no sólo porque el terrorismo de los imperios los hambrea,  también porque resultan un estorbo y no importa que mueran.
No importa que el maíz, el trigo, el arroz… cotice en bolsa y con esto, con este juego siniestro de codicia, se empuje a países enteros al exterminio.
Nada importa si de lo que se trata es de aumentar las ganancias aunque el peaje ineludible sean personas.
Comer será mañana  un privilegio para unos pocos, para demasiados pocos.
Y el primer mundo que mira con indiferencia como en esos otros mundos  caen los cuerpos extasiados y desnutridos, mira también con  indiferencia esa filas largas de hambrientos don de esperan la limosna de un poco de alimento.
Es un mundo perverso que debemos cambiarlo.
Para empezar a ejercer esta humanidad con la que fuimos paridos creo que no podemos aceptar que el hambre sea un mal más,  debemos pensar que es el peor de los crímenes, que hay quienes están interesados en perpetuarla y en sacar beneficios de ella.
Que por unos pocos malabaristas de cifras, astutos y genocidas,  millones malmueren poco a poco porque no tienen comida.
Esos pocos malabaristas tienen nombres y apellidos.
Morir de hambre, pasar hambre, tener hambre no es casual ni inevitable.
Los que la diseñan deben  ir a la hoguera con sus vanidades.



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