jueves, 2 de enero de 2014

Poesìa: proyectil o caricia

Viñeta de Kalvellido

Estuve un tiempo alejada de la escritura.
Durante semanas paré en seco ese impulso febril por aullar en mitad de esta verbena donde bailamos dementes  al son del tintineo del capital. Necesitaba  tomar distancia de unas palabras que durante años habían sido disparos lanzados al aire, sin saber  qué lugar ocupaba  yo en  esta guerra.
¿Qué podía hacer si mi materia prima es todo lo concerniente al corazón y sus disparos?
¿Construir castillos?
¿Guardarme en una caverna?
¿Romper los versos?
¿Naufragar en mis propias arterias?
¿Qué puede hacer una poeta,  si no es mirar adentro para ver fuera, si no es explicarse para explicar la barbarie?
¿De qué sirve la poesía  si no tiene el coraje de continuar escribiéndose, aún a riesgo de errar solitaria y proscrita en un mundo dominado por el miedo y la ignorancia?
Siempre fueron malos tiempos para la poesía.
Pero ¿qué hacer? ¿Es decente callar para dejar que hablen sólo los canallas?

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Hoy parece que hubiera  solo unas cuantas palabras con olor a lejía, sin sangre es sus articulaciones.
Ellas, las palabras, colaboran mansamente en el espantoso devenir del mudo.
Deben obediencia a quien les paga, usadas  para neutralizar  las conciencias, los soldados de las letras las disparan a bocajarro, en ráfagas, al aire o por la espalda.
Les urge colonizar las ideas. Instaurar un régimen donde no haya lugar para la disidencia, borrar del mapa los caminos que llevan a la libertad, borrar esos senderos laberínticos por  donde a veces, los hombres y las mujeres ponemos a andar el corazón para trazar en su lugar carreteras de sentido único.

Es el mundo apocalíptico que nos espera.

Fábricas de mentiras, fábricas de ilusiones, fábricas de deseos, fábricas de cuerpos, fábricas de violencia, y por supuesto fábricas de palabras donde la soldadesca muestra su inteligencia tuerta.
Pobres de aquellos que pudiendo decir la verdad la ignoran o la travisten. Pobres de aquellos que con su tibieza fortalecen las cadenas.

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   Los gobiernos ceden el paso al despojo universal, ignorando la vida, premian a las elites, les abren las fronteras, aprueban sus chantajes, aunque esto siembre el mañana de cadáveres.
Postulan para ser los más obedientes a los mandatos bárbaros y la pérdida de soberanía es tan evidente, que casi ningún país se mueve sin pedir permiso antes, sin mover la cola, sin pagar el peaje de la servidumbre y de las deudas.

No caen bombas de racimo, no hay minas amputando pies ni infancias, los drones no invaden los cielos, ni el gas naranja ahoga a la población pero es una guerra porque la destrucción es masiva, el hambre, el empobrecimiento, la ignorancia, la enfermedad ¿qué son si no las armas más antiguas y eficaces de la historia?
Y es una guerra tibia, porque se cuela en cada casa para dinamitar  el pan y los abrigos, se filtra en los trabajos para reventarlos o convertirlos en precarios, se inyecta día a día
Y día a día desploma el porvenir, ahuyenta la esperanza, revienta la paz o la arrodilla.

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Ejércitos de solidarios, recogen toneladas de comida, reparten mendrugos a los parias, que cada vez son más, y cada vez son más largas las filas de suplicantes obligados  a rogar que alguien, dios o los amigos, les arranquen por un rato  el hambre.

Ante esta situación, las oligarquías no tienen miedo a tener miedo, no temen que la resistencia se arme porque todas las armas  están en sus manos desde el plomo hasta la palabra.
Saben que la  primera batalla debe hacerse en  las ideas.
Pensar siempre fue un ejercicio peligroso. Pensar es su peor amenaza. Ser capaz de desafiar las mentiras que damos por ciertas, las que  sobreescrieron en la historia, en la memoria, en los olvidos, desmontar las piezas con las que se construye la realidad y la pudre   será lo único que convierta los yugos en ceniza.

 Dejar de vernos en  este espejismo y contemplarnos tal cual estamos, tal cual somos: Individuos erráticos, amándonos de dos en dos, aislados, desfigurados, cosificados, mercadeados.
Tener el coraje suficiente para construirnos, soberanos, es el único camino que puede llevarnos a un lugar más humano.
El conocimiento es la única forma de alcanzar la libertad, tan dolorosa.
Es lo único que puede hacer temblar a los sin –miedo.

Cortar las venas del pensamiento dócil, manso, combatir hora tras hora el lenguaje prisionero, eufemístico, poner en cuarentena a los nuevos mesías que nos traen su cultura inculta, su cultura de la confusión y de la evasión. Sus narcóticos, sus placebos, su siniestro interés en convertir en muñón cada ala, cada sueño, cada esperanza.
Discrepar de todos aquellos que de una u otra forma niegan o sostienen al monstruo que nos decapita de inanición o escalofríos.

 La realidad nos llama, no podemos escapar precipitadamente del plomo y de las llamas, no podemos pisotear los huesos sin que se nos astille  su memoria.
Es urgente buscar la humanidad, recuperarla en cada uno, aprender a ser en los otros, en la mirada de los otros, resucitar en cada muerte.
Buscar su fragilidad y su coraje, buscarla con desesperación, hacerla presente, en las calles y en el campo, en los partos y en las cruces.

Unirnos en la búsqueda aceptando que  cedimos el paso a la barbarie, que nos vaciamos de humanidad, que fue escanciándose este néctar sobre la violencia y sus costumbres.

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Ser poeta inmaculado o ser poeta con las manos manchadas de sangre o de mierda. Esta es la disyuntiva.
Desalambrar poemas como se desalambran las mentiras, dejándoles la piel llena de heridas.
Da vergüenza pensar que nuestro legado sea apenas un montón de estrofas, un puñado de versos atrofiados por existencialismos o alienación, un manojo de poemas imperecederos.
Estamos aquí y ahora, en medio de esta guerra lenta y silenciosa, rodeados de andrajos, atemorizados por el resurgir de cruces, de látigos y de mordazas que debieron ser hace tiempo sepultados.
Estamos ahora, en este preciso momento, en esta batalla donde no es posible la retirada.
Porque estar en la vida lejos de la vida misma, a años luz de esta existencia entrampada en el silencio, porque caminar por los pueblos y las patrias sin dejar el testimonio de nuestros poemas es dar a la poesía una puñalada por la espalda.
En los momentos graves es cuando urge dar un paso adelante. El fascismo acecha, está presente. Los fascistas se mueven como en otros tiempos cuando la ley era suya, y era suya la memoria, suyos eran los destinos y eran dueños de la impunidad. Viven su amanecer dorado.

 Por todo esto comprendo el poema como un artefacto explosivo, algo que  coloca el poeta casi a hurtadillas, clandestinamente, con la esperanza de que  su detonación provoque una fractura, una fisura por donde se cuele plomo, rabia, ternura o  vergüenza.
Un objeto que dinamite  la fortaleza que protege el desamor, el miedo y el conformismo.
Algo así como el antídoto que nos salve del venenoso pensamiento único.
El mundo que se levanta hoy ante nuestros ojos, es un mundo tan despiadado que ni siquiera en sueños pudimos imaginarlo.
El poema no puede escribirse ajeno a lo que sucede, de espaldas al hambre y al frío.
Si calla el poema, si cuenta a medias, si deja hablar a la indiferencia, o si se pudre extasiado sobre vergeles, es un poema que no merece a los hombres ni las mujeres.
Por esto, elijo tener las manos manchadas de sangre y de mierda, elijo escribir poemas cargados de pólvora y de semen.

Poemas que dinamiten la pulcritud de los indecentes.
                                              

martes, 31 de diciembre de 2013

Inventario 2013

Viñeta de Kalvellido

Parece obligado que en noches como esta hagamos inventario de los doce meses pasados.
Es así, todos en mayor o menor medida lo hacemos.
No me cabe duda de que el balance de la gran mayoría es sombrío.
Hoy tuve  estas reflexiones todo el día  hasta que mi madre, al anochecer, agotada por los dolores que colonizaron su cuerpo  me dijo reventando en pedazos mis pensamientos callados: Silvia, no estaría mal que el año entrante fuera tan ·bueno como el que termina.”
Es decir, con pocas palabras, esta mujer común pero poco corriente explicaba que   para seguir luchando en la vida, con la vida, a pesar de la vida, es inevitable hacerlo con optimismo. No con estúpido optimismo, no.
Con su optimismo amargo,  nombrando las heridas, una a una, teniéndolas presentes, sabiendo que el camino que se anduvo es un camino ya trazado, ya desbrozado, fértil para otros pasos.
Por eso, esta tarde, cuando, con mi mediocridad de poeta reflexionaba sobre la mierda en la que estamos inmersos, con tanto hijodelagrandìsima y psicópata encumbrado en los gobiernos, con tanta miseria repartida y tanta desesperanza batiéndose en duelo cuerpo a cuerpo con cada uno, mi madre, que vive en la cárcel de su cuerpo, que necesita mis manos, mis ojos, mi alegría, desde su prisión, hizo volar la esperanza cuando afirmó sin parpadear que ojalá el año que llega sea como el pasado porque hemos resistido.
Y es cierto, hemos resistido, esa es nuestra victoria.
Y el propósito del año que llega debe ser resistir más, resistir mejor,  hombro con hombro, palmo a palmo, pueblo a pueblo.
Hasta que la resistencia sea llama y los dolores ceniza.
Hasta que sean quemados los mil rostros de la codicia.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Cultura versus propaganda

Viñeta de Kalvellido

La cultura es la llave de la libertad. En otros tiempos, al decir su nombre se afilaban  sables, rodaban cabezas, se quemaban libros, se cosían labios.
Conseguir que los pueblos sean cultos, llenarlos de ideas, de preguntas, de imágenes, de partituras, es abrir las alamedas para que por ellas transiten los hombres y mujeres soberanos.
Ahí está el peligro, ahí está la esencia de la subversión.
Las personas que dedicaron sus vidas a cualquiera de sus oficios, asumieron  que su trabajo era un desafío contra la moral o la política.
Levadura o lluvia.
El sistema, para vaciarnos de humanidad y por consiguiente de rebeldía, pretende alejarnos de las letras, de las ideas, porque asume, como lo hicieron antes, que un pueblo  instruido es un pueblo en pie que no claudica.
Hacer propaganda de lo zafio, de lo vulgar, es su máxima.
Doctos personajes que crean al dictado de los amos, cómplices asalariados que llenan de mierda los teatros, las bibliotecas, las exposiciones.
Y así las cosas, en los márgenes de esta realidad, la cultura agoniza, como agoniza la libertad.
El deseo de saber, de explorar, de dudar, de imaginar, vive un exilio siniestro. Para que no rompamos las cadenas  lo mejor es que no sepamos que las llevamos puestas.
Por esto pienso que los que nos dedicamos a esto de una u otra forma, tenemos hoy más que nunca la responsabilidad de continuar cantando, aullando, aunque sea complicado hacerlo, porque en tiempos terribles es cuando más falta hacen las llaves que abren de par en par las puertas de otros mundos posibles.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Al pan, pan

Viñeta de Kalvellido

Al pan me gusta llamarlo pan, al vino, vino.
Y al empobrecimiento por decreto, capitalismo.
Así que no me vengan con cuentos de esos de pobreza energética, de malnutrición infantil, de aumento de la tasa de suicidios, de personas en riesgo de exclusión, de diáspora de jóvenes y ese largo etcétera de palabrería con la que los cómplices limpian las pústulas que su propio sistema crea.
Las palabras no son jabón, no deben usarse para borrar la sangre que dejan los gobiernos por las calles.
Si la gente se muere de frío, no es porque sean pobres energéticos, es porque les han robado con que calentarse los huesos, les han negado el pan, la sal y el fuego.
Si los niños tienen hambre, es eso lo que tienen, HAMBRE, un hambre amarga en un lugar donde nadie debiera conocerla.
Si las personas se ahorcan, se cortan las venas, se queman frente a los bancos, cada vez en mayor número, es porque no encuentran alternativas, y la democracia les pone una soga, les da una patada.
Así que aquellos que usan  la palabra como materia prima en sus trabajos, (escritos o hablados), dejen, por una vez,   de usarlas igual que si fueran detergente, que ya estamos hartos de ver como esconden la verdad con sus eufemismos baratos.


lunes, 23 de diciembre de 2013

¡Por cojones!

Viñeta de Kalvellido

                El objetivo último es arrancarnos la soberanía.
Todas las soberanías, también la del cuerpo. Con métodos más sofisticados o más zafios. Sibilinamente o por decreto. Con descaro o cinismo. Ser los dueños de los úteros, de las palabras, de las quejas. Ser los amos de las jaulas, de las riquezas, de las leyes, de la cultura, de la democracia y de los placeres.
Tenerlo todo bien atado para que nadie se salga del redil sin suplicar antes permiso.
Como siempre imponiendo sus cruces y sus látigos.
Retrocediendo a tiempos pretéritos de pobrezas y moral miserable.
Legislar la emancipación para que sea crimen.

¡Por cojones ¡
Me pregunto cómo harán para custodiar nuestros ovarios si en ellos no caben militares con rifles de asalto.
Me pregunto si además prohibirán los condones, los espìas  vigilarán  nuestras alcobas, ilegalizarán el placer y las canciones, quemarán en las iglesias el Kama Sutra, me pregunto si antes de terminar la legislatura  el orgasmo será un sabotaje contra la patria y el orgasmo múltiple un acto terrorista.
En fin, de seguir así, prohibirán los documentales por pornografía, premiarán si se delatan los gemidos de los vecinos,  los perros serán tiroteados si se aparean en público, desaparecerán las tangas, se impondrán las fajas, adiós a las minifaldas, al nudismo, a amarse de dos en dos, de tres en tres, unos con unos, unas con unas.
De seguir así, amenazando nuestros cuerpos, convirtiéndolos en delito, reclutando nuestros ovarios para la moral, seré yo la primera que me ponga a tener hijos, a miles, hijos urgentes, hombres y mujeres de una revolución que los ponga de una jodida vez en su sitio.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Para no partirme en dos


 Somos partos de un tiempo,  nacidos de  una historia concreta  que nos emancipa o nos aliena.
A veces somos conciencias arrancadas de cuajo, abandonadas en los pasillos de la precariedad o el infortunio o conciencias que se ponen en pie para rebosar ternura.
Yo no sé en que lado  estoy.  Sé que como poeta el oficio me obliga a recoger  palabras  para intentar que sean el sortilegio cotidiano con el que combatir la desidia.
No sé de otros poetas contemporáneos. No sé qué ansían, qué persiguen, què desean.
Todo lo que afirmo me lo dicta el corazón, como me dictó un día que mi lugar en el mundo estaba unido  fieramente a la poesía.
Creo que esta certeza, la de saber que moriré poeta, la de saber que yo no puedo permitirme el lujo de los silenciosos, de los indiferentes, me ha llevado estos últimos años a trabajar febrilmente.
Mientras, intramuros, arrojaban puñados de sal sobre mis heridas- De manera rutinaria, todas las noches, aceptaba el desafío de alejarme de mis abismos para combatir, junto a otros,  con palabras que son sables o pedradas o caricias.
Me siento cansada.
Siento que llevo a rastras demasiadas guerras.
Demasiados combates que nunca acaban.
Creo que es momento de parar en seco para no partirme en dos.
Creo también que esta confesión es irrelevante, pues el mundo seguirá su curso despiadado y mi voz afónica será sustituida por otras.
Pero esta forma impulsiva de estar sobre la tierra deletreando los aullidos me obliga hoy a deletrear los propios.
Ojalá mañana pueda regresar  a esta rutina de sentarme a escribir para desbrozar y sembrar.
Ojalá.

 

jueves, 14 de noviembre de 2013

Soy culpable

Viñeta de Kalvellido

Soy culpable,
he matado la terca obediencia de los domesticados,
a los dioses de barro,
el sopor cómplice de los que mueren callados.
He matado la culpa por tener ovarios.
He matado a los cínicos,
a los que son alguaciles sin uniforme
y sin salario.

He matado la costumbre de mirar pa abajo y de lado.  
He matado las noches vigilantes,
las tormentas dentro de mis huesos,
la pobreza de sentir  soledad
en cada sentimiento.

He matado a la mujer que me golpeaba,
a la niña que, traviesa, metía el dedo en la llaga,
a la anciana que   reventaba la magia.

Soy culpable de haber matado
la impotencia,
el arraigo al sufrimiento,
la melancólica existencia de los vencidos.
Soy culpable de querer vivir junto a los otros
en esta suerte de vital victoria
que es saberse libre
a pesar de las derrotas.