martes, 1 de junio de 2010

Abriendo bien los ojos

Para Rafael Leòn, poeta y amigo

Abriendo bien los ojos,
escapar del miedo,
agitar el canto,
liberar fronteras,
marcar las huellas
compartir el pan.
Abriendo bien los ojos,
apuntalar los párpados
recuperar los nombres
decir, gritar, aullar.
Abriendo bien los ojos
habitar ideas
abolir tristezas,
ser pulmón, arteria,
ser desafío, vida.
Ser, con los ojos abiertos.
Ser, con el pecho al descubierto.
Ser, con la canción y la bandera.
Ser, con la risa y la palabra.
Ser, con el gesto, con la piel,
con el sexo, la caricia, el poema.
Ser por ti, por mí, por nosotros,
por los que cayeron, por los que están en pie.
Ser,
no cerrar los ojos aunque duela.
No cerrarlos, no.
Hasta que nuestros sueños sean sementera.

Ten cuidado

Viñeta de Kalvellido

Ten cuidado si miras para otro lado,
si bajas la voz y la palabra.
Ten cuidado si mientes
si olvidas,
si inventas.
Ten cuidado si obedeces
si rindes pleitesía
si comes pan y vas al circo.
Ten cuidado si participas del saqueo,
si aplaudes leyes criminales,
si vives acorazado.
Ten cuidado si la sangre ni te mancha ni te importa,
si los muertos son lejanos o anónimos,
si tienes coartada para los crímenes.
Ten cuidado, amigo, ten cuidado,
si no ves esta pesadilla,
si llevas esterilizados los sueños,
si no ves que se amontonan los genocidios.
Ten cuidado, amigo, amiga,
si usas demasiado el silencio,
si llevas ásperas las rodillas,
si mueves los hombros
y tienes las ideas quebradizas.
Ten cuidado si llegas tarde
si te acomodas a tu destino
si te haces el dormido.
Ten cuidado si bajo tus pies la tierra es yerma
si a tu alrededor, todo amarillea.
Ten cuidado si bostezas,
si tu sangre no protesta,
si no sientes escalofríos.
Ten cuidado si no ves a los bastardos,
si no señalas el fondo,
si pasas de largo,
si tienes los ojos cansados,
si eres un lacayo.
Ten cuidado, amigo, amiga, tened cuidado.
Está amaneciendo y en el nuevo día
no habrá lugar para los que clavan el puñal
ni para los que lo afilan.

viernes, 28 de mayo de 2010

Mujer, poesìa, desorden


Es la mujer la que duerme los sueños del niño recién parido, la que los amamanta, nombrándolos a cada paso, entre canciones y arrullos, entre risas y amor abre al niño las puertas de un mundo hecho de voces y palabras.
Esta relación de intimidad, de profunda unión entre la mujer, la palabra y la vida, se hace añicos con el tiempo.
Aunque ha sido la mujer la que ha sembrado la imaginación al hombre que hoy escribe, se encuentra despojada de su voz, apartada del camino, como si ese hombre nunca hubiera sido niño y nunca hubiera descubierto a través de la mirada de una mujer el universo.
La palabra comienza así su caminar torcido.
*
Ella sale de nuestros úteros, viva, ensangrentada, llena de huesos y de raíces para después crecer en tierra extranjera, en patrias que no son neutras. Nosotras la buscamos con audacia en los infiernos y en los paraísos porque no aceptamos el sacrificio de tenerla alejada, de quedarnos deshabitadas y soñamos con traerla de nuevo a nuestros pechos, como al principio.
Por eso la mujer que escribe, que opta por explicar el mundo con su caligrafía inicia el oficio con las manos vacías y trabaja lentamente rehabilitando una a una cada letra.
Por eso, la mujer que escribe poesía se encuentra sobre arenas movedizas, en una geografía que no reconoce su existencia, que no valida la legitimidad de sus protestas, se encuentra una vez más desahuciada, sola, estrellando su voz contra los cristales. Arrastra soledades pretéritas pero también la soledad de ser poeta en una tierra que bosteza si escucha la voz de las mujeres poetas que se revelan.
Ejercemos nuestro oficio sin perder de vista que una vez y otra vez el olvido se incrusta en nuestros versos y a pesar de tener esto presente, continuamos en esta lucha múltiple, con varios frentes abiertos; el de ser mujer con la palabra expropiada, el de ser poetas, el de vivir en una sociedad necesitada hoy más que nunca de poemas en pie de guerra.
Y continuamos, verso a verso, sin bajar la voz ni el canto.
Continuamos verso a verso caminando con los puños y los dientes apretados, en solitario.
Inundamos el presente con poemas que desafían el orden, que señalan la gangrena del sistema, su feroz violencia. Tenemos mucho que decir, mucho aire por respirar, mucha queja por apuntalar.
Somos mujeres, poetas del desorden, y entre el plomo, el fango, las calaveras, vamos nutriendo la historia.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Nosotros los locos

Hace tiempo que el ser humano fue abandonado a la intemperie.
Hace tiempo que lo dejaron a los pies de las bestias.
Hace tiempo de esto, también hace mucho tiempo que unos cuantos adoptamos la locura de estar vivos pese a los mordiscos.
Estamos locos pero no somos nosotros los que ponemos los muertos.
No somos nosotros los que guardamos silencio.
No somos nosotros los que vivimos a cubierto, lejos de las trincheras, lejos de las fronteras.
No, nosotros estamos aquí y ahora para decir con nuestras lenguas que los sueños jamás se desangran, que después de nosotros habrá otros locos con savia nueva.
Que no somos locos que tiemblan.
Nosotros estamos aquí para decir a los amos de la tierra que hacemos ruido con nuestras ideas.
Que el miedo nos pone de acuerdo para romper las cadenas,
que los días se van pariendo si se sabe esperar a la primavera,
que no limpiamos la memoria, que no limpiamos la sangre,
que tenemos tantos labios como deseos,
tanta rabia como esperanza
tanta sed como palabras.
Estamos locos. Si.
Somos locos, si.
Llevamos el futuro bordado en la piel
y la locura es nuestra bandera.

domingo, 23 de mayo de 2010

La izquierda tibia



Una parte de la izquierda española, de esa zurda tibiecita, acostumbrada al traje, la rueda de prensa, y el maquillaje está empezando a incomodarse ante la situación de esta España que se derrumba a los pies de los oligarcas. Hoy hacen pucheros, se cruzan de brazos, y dicen enfadados, “yo ya no juego”. Pero han jugado.
Esa izquierda de pastel, prudente, comedida, democráticamente educada, esa que recogió el testigo de franquito sin chistar, sin un ay, por el pasado, sin un ay, por los crímenes que estaban pisando, hoy, les vemos acorralados, sin saber qué hacer, ni pa donde mirar.
Esa misma izquierda que ha callado cobarde y cómplice la tortura, esa misma izquierda de despojo que ha glorificado la ilegalización de partidos, que no dice ni mu, por no dejar decir a una parte de la sociedad vasca, esa misma izquierda, mamporrera, dueña de la desfachatez ideológica, que omite hablar del derecho de autodeterminación de los pueblos, que esquiva la cuestión de los presos políticos, que invisibiliza la realidad de los medios de comunicación cerrados a cal y canto, por decretazo, esa misma izquierda, con esta memoria y este presente tan delirantes, hoy anda como una bestia encarcelada, sin saber cómo escapar, como escurrir el bulto, como salvarse de este naufragio ya tan evidente. Y sacan de la chistera a sus teóricos, y hablan de los recortes del “zapatillo”, como si ellos no hubiesen favorecido, a lo largo de estos años este desastre con su silencio y felonìa.
Escurren el bulto, ahora que el barco se hunde inexorablemente.
Mientras no peligraron sus asientos todos fueron aplausos.
Pero hoy las cosas han cambiado, hay que salvarse a toda costa, decir lo que sea, proponer lo que sea, ponerse al lado de quien sea, quitarse de la foto, borrar ese pasado, jugar a “yo no he sido”.
Es tarde.
Su tiempo ya ha pasado, no se puede masturbar y diezmar con la otra mano.
Es hora de recoger los muebles y la ropa, es hora de dejar hacer a los que nunca se quedaron callados. Es hora, pues, ¡despejen el camino¡

sábado, 22 de mayo de 2010

Nadie espera a los poetas

Viñeta de El Roto

Ya nadie espera a los poetas. Nadie espera que andemos errantes con nuestras palabras cargadas de miedo, de esperanza y de guerras.
Ya nadie nos espera. Somos poetas sin tierra.
Tiramos nuestros poemas al vacio porque vivimos lejos, muy lejos del pan, la lluvia, las tinieblas.
Ya nadie nos espera, atrás quedaron Hernández, Figuera, Roque Dalton.
Quizás nuestras palabras olvidaron cantar y contar los horrores, quizá nos convencimos de que no somos hombres y mujeres comunes, quizá vivimos acorralados por nuestras propias letras.
Lo cierto es que ya nadie nos espera, nuestros poemas se mueren porque no se funden con el dolor entero.
No son manantial, ni abrazo, no se parten en mil pedazos.
Nuestros poemas fatigan sus lenguas con estrellas, con suicidios y se alejan cada vez más, por eso ya nadie nos espera.
Debemos gastar nuestro cansancio siguiendo a aquellos que jamás lavan sus ojos. Debemos convertir nuestros versos en fuego, en sementera.
Nosotros, los poetas, no podemos llegar tarde, ni vivir este tiempo lento, lento de miseria y quejas.
Es nuestra obligación alcanzar el paso de los que hoy, lejos de nosotros sueñan.

viernes, 21 de mayo de 2010

Las palabras no caducan


Somos valedores de tres palabras que han atravesado la historia. A lo largo de los siglos han muerto y ha habido que resucitarlas, rescatarlas de las manos sucias que siempre las emponzoñan.
Justicia, paz, libertad. Tres palabras sencillas que ponen en jaque una y otra vez cualquier sistema de explotación. Su sola presencia en nuestras voces altera el orden, lo hace temblar, descompone los cimientos levantados a golpe de cadenas, de sangre y de silencio.
Convierte el sistema depredador, aniquilador, en vulnerable.
Por esto creo que hay un intento nada sutil por intoxicar estos términos, por confundir, por desprestigiar a todo aquel que los utiliza, que los lleva en el corazón o como bandera tratando así de subvertir la prioridad de su existencia. Pretensión inútil.
Llegan tarde, nosotros ya hemos partido, caminamos con la firmeza que nos da saber que están cerca.
Caminamos alerta, desoyendo los cantos de sirena, sabemos que nos acechan por llevar estas palabras sencillas en nuestras protestas.
Ellas caminan junto a nosotros, de la mano, caminan las tres como una sola, a un mismo paso, con una sola voz, con un único canto.
Insisten por los siglos de los siglos, resisten, por los siglos de los siglos.
Y no se les derrumban los ojos.
Y no aceptan las sobras de la vida.
Y recogen del camino todos los ayes, todos los golpes, todos los cadáveres porque saben que un día dejarán de silbar los cuchillos, dejará de rugir el hambre y entonces, ellas, que murieron y nacieron tantas veces en la historia, alzarán el puño, nos mirarán de frente, y cantaràn con su voz única el canto de las que ya no mueren.