Si volviera a nacer no sé dónde me dejaría el azar.
No sé si yo asomaría entre las piernas de una mujer para ver
por primera vez la pobre luz de los que nada tienen.
No sé si vendría a la vida de una madre mil veces violada
cuando en el horizonte dibujaron para ella un futuro de abundancia y creyó que
era posible dejar atrás la miseria que sus padres le dejaron en herencia.
No sé si mi primer grito sería bajo los escombros de
cualquier guerra, con una madre muerta y la soledad del calostro derramándose inútil
por su piel gélida.
No sé si nacería en una ciudad que parpadeara impenitente su
alegría mientras mi condena fuera la tristeza por ser mujer o por ser negra.
No sé si nacería en el campo cuando se reparte el jornal de
las esclavas y se azota a quienes paren a deshora, a quienes no menstrúan, a
quienes son embestidas por falos hasta preñarlas por la fuerza.
No sé si nacería en la cárcel una noche de tormenta, que
recordara las torturas nueve meses antes.
No sé si el azar me dejaría en el útero de una mujer cuando
en su casa todo escaseara y alguien le ofreciera por mí, dinero a tocateja.
Si volviera a nacer no sé qué rincón del mundo elegiría el
azar para dejarme. Quizá el mismo que ahora tengo y desde el que afirmo que
todas pudimos haber sido esa humanidad que crece sobremuriendo a duras penas.
Tuve suerte, eso es todo.
Pude haber tenido peor destino y ser otra la poeta que mira con
nausea este mundo y lo cuenta.
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