Yo ya no sé a quién preguntar.
Me digo a mí misma: A ver, Silvia, ¿eres mujer?
Y no encuentro respuesta.
No soy madre, ni lo seré.
No tengo la regla, aunque la tuve.
No uso tacones, ni vestidos ceñidos, ni siquiera me tiño el
pelo.
Tengo pareja, es hombre y lleva barba.
Ambos llevamos pantalones en casa.
Mientras él cocina yo escribo poesía.
Creo que soy mujer pero no lo tengo muy claro.
Quizá alguien pueda decírmelo. ¿Es sólo un sentimiento? ,¿Con
sentirlo es suficiente?
¿Y la violencia que he sufrido por ser mujer ya no cuenta
para serlo?
¿Y si digo que soy hombre, la violencia que ejercieron
contra mi ya no vale en la estadística?
¡Ay qué tiempos tan difíciles para las poetas!
Afuera hay demasiado ruido.
Leyes nuevas llenas de color y dulces melodías.
¿Y lo que llevamos pidiendo siglos?
¿Y el pan, el salario, el abrigo?
Creo que soy mujer, pero una mujer antigua.
¿Y la revolución que nos prometimos?
¡Ay qué tiempos tan difíciles!
Me fui haciendo vieja y ya no hay sitio para una persona de
feminismo sencillo como yo que señala que la injusticia lleva nombre femenino.
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