Nosotros, es decir, todos los pueblos que hoy forman el
Estado español, sabemos mucho de genocidas, no nos falla la memoria al recordar
por ejemplo a Queipo de Llano. Año tras año exigimos que su nombre sea escrito
en la Historia como lo que fue, un fascista que masacró. Punto.
Hoy todo se derrumbó cuando el Parlamento español se
levantó a aplaudir a Zelenski.
Hoy humillaron a las víctimas, a las de ayer y a las de
hoy, a las de aquí y a las de allí porque el presidente ucraniano es otro más
en la larga lista de asesinos esparcidos por el mundo.
Le pusieron la alfombra roja para que este infrahumano nos
hable de Gernika, de solidaridad y de no sé cuántas cosas más que en su boca se
convierten en una farsa que nos desangra.
Hoy el antifascismo se quedó solo, nuestra memoria se quedó
aislada, nuestro deseo de construir un lugar más justo está más lejos aún.
Se arrodillaron ante un nazi y lo elogiaron en nuestro
nombre convirtiéndonos a todos en cómplices.
Ha sido un día terrible, se abrieron las grandes alamedas por
donde pasará el batallón Azov vitoreado entre flores.
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