Faltan pocos días para terminar el año.
Es difícil hacer un balance de este 2020, tan sólo se me
ocurre pensar en la COVID 19 y en la locura de estos meses atrás.
Pienso en los viejos muriéndose solos y en las trabajadoras
sanitarias, haciendo malabares para no contagiarnos ni contagiarse.
Pienso en las cajeras y reponedoras de los supermercados,
trabajando a destajo, para que los estantes tuvieran desde las cosas más
elementales hasta absurdos elementos que nadie necesitaba.
Pienso en los repartidores, dejando en los portales los
caprichos adquiridos en Ali Express o en Amazon.
Pienso en los que viven precarios y no pudieron salir a
pedir unas monedas, a trabajar unas horas, a conseguir el pan necesario para
llegar hasta el alba.
Pienso en los jornaleros que marchaban al tajo para ser
explotados y enfermarse.
Pienso en todos nosotros, hacinados en sus casas algunos,
en el paro, sin recursos.
Pienso que otra vez pagamos los mismos.
Y también pienso que nada ni nadie podrá con nosotros. Que
nacimos para no claudicar ni ceder el paso a nadie.
Pienso que este 2021 será un desafío, un reto posible.
Si somos capaces de ver que el enemigo no está entre
nosotros, sino que vigila de lejos sus créditos bancarios, sus apoyos
electorales, sus tribunales del orden, si somos todos capaces de ver esto habremos
vencido el miedo y nos veremos entonces en las calles.