La
masacre de la carretera Málaga-Almería, conocida popularmente como la Desbandá,
fue un ataque a civiles ocurrido en febrero de 1937, tras la entrada en Málaga
de las tropas franquistas. Una multitud de refugiados que abarrotaban la
carretera huyendo hacia Almería (ciudad bajo control republicano) fue atacada
causando el asesinato de aproximadamente 5.000 civiles y con un éxodo, según
recientes estudios actualizados, de en torno a 300.000 personas, Esta
muchedumbre que huía atemorizada de la represión del criminal general Queipo de
Llano estaba compuesta en su mayoría por mujeres y niños, que tuvieron que
salir de la ciudad y pueblos del entorno
mientras eran bombardeados desde el aire por la aviación alemana e
italiana y desde el mar por buques franquistas.
Durante este suceso, se produjo la
intervención del doctor Norman Bethune, médico canadiense que se desplazó
expresamente desde Valencia hacia Málaga con su unidad de transfusión de sangre
para socorrer a la población civil que estaba siendo masacrada. Durante tres
días él y sus ayudantes Hazen Sise y Thomas Worsley socorrieron a los heridos y
ayudaron en el traslado de refugiados hacia la capital almeriense.
"...Lo
que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más
grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos…"
Norman Bethune.
No te trajo a España el azar de un dios generoso.
No te trajo la compasión que ilumina por un rato los rostros
violentados,
no te trajo el miedo germinando la tierra pobre.
Te trajo el deseo de curar todas las heridas, todas,
las de plomo y las de apatía.
No te trajo el pánico que se contagiaba por las ciudades cuando
las campanas advertían que la muerte llegaba con su ruido atroz de motores
extranjeros,
con su abdomen lleno de ira para matar a indefensos que
corrían con sus hijos.
No te trajeron las voces que narraban el porvenir sitiado
por el fascismo.
Te trajo a España el deseo de ser un hombre, sólo eso.
Un hombre más defendiendo a un pueblo que se alzaba descalzo
ante quienes lo odiaban.
Porque ser un hombre, una mujer, en aquel tiempo exigía
mirar España y ver que aquella lucha era el preludio de cada
una de las infamias que después vendrían.
Por eso viniste, Norman,
porque no podías contemplar desde lejos “la cofradía del
dolor” sin inquietarte.
Y fuiste por ciudades
y trincheras, de cuerpo en cuerpo, salvando vidas.
fuiste con tu barril de sangre a rellenar arterias, a dar
aliento, sin fatiga.
Fuiste rio a rio, pueblo a pueblo, combate tras combate
hasta que llegaste a Almería y allí la carretera hacia Málaga te mostró que aún
no conocías el horror del que son capaces las bestias en jauría.
Si supieras que hoy apenas se recuerda que aquellos días sólo
tú y tus acompañantes fuisteis testigos de las pocas ganas de vivir que quedan después
de ver por todos los lados crímenes de inocentes que únicamente huían
Sólo tú y tus acompañantes, con los ancianos huesudos, con
las mujeres preñadas de espanto, con los niños mudos que ni llorar podían el
dolor de la metralla incrustada en sus vísceras.
Si supieras Norman que hoy pocos son los que conocen lo que
sucedió en la carretera de la muerte, pocos quieren desnudar la memoria hasta
dejarla en los huesos.
Y andamos cada año por los mismos senderos en los que
estuviste con nuestro pueblo herido y hacemos jirones con la piel del olvido
porque es urgente para todos ver lo mismo que tù viste.
Bajo el mismo cielo, recordamos
en febrero que tú, Norman Bethune, quisiste salvar aquella humanidad de la
ruina y no lo conseguiste.