ARTICULOS ANTIGUOS DE SILVIA DELGADO

martes, 26 de julio de 2016

El miedo


Solemos decir o escuchar con mucha frecuencia que el miedo es libre. Como si por sí mismo, el miedo, decidiera dónde instalarse, en qué cuerpo o en qué ideas, en qué país o en qué circunstancia determinada, como si el miedo fuera anárquico , desobediente, caprichoso.
Sin embargo yo pienso que el miedo es de todo menos libre. Obedece órdenes precisas, es sumiso a quienes lo fabrican y nunca, nunca, muerde la mano de sus amos.
El miedo se incrusta en el tuétano de la vida, se cuela a sorbos o de un trago y paraliza a quien lo tiene.
Casi todos los miedos son interesados, sirven para someter, para silenciar, para humillar, para dejarnos bien atados.
El miedo de la mujer al hombre que la pega.
El miedo de los pueblos al hambre o a la guerra.
El miedo de los refugiados a no encontrar quien los proteja.
El miedo de los necios a que se les llenen las calles de extranjeros.
El miedo al terrorismo inmediato, al terrorismo travestido de salva patrias.
El miedo a ser más pobres, a tener menos salario, a vivir peor.
El miedo a quedarnos sin jubilación, sin casa, sin empleo.
El miedo a saber, a la memoria, a los recuerdos.
El miedo pegajoso a no ser queridos, a la soledad,  al mañana sin sueños.
El jodido miedo que nos esclaviza hace muy bien su trabajo, se gana su jornal sucio, triunfa oscureciendo los deseos.
Por esto digo que a mi no me parece libre, me parece un tirano, un déspota servil, un asalariado ruin y peligroso que hace el trabajo más sucio de la humanidad: es el verdugo de cualquier victoria.

sábado, 23 de julio de 2016

Hijas de la madre


¿Quiénes son las hijas del capitalismo?
¿Las putas?, ¿las trabajadoras de las maquilas?
¿Las emigrantes que, errantes, limpian y limpian
de casa en casa, de culo en culo?
¿Son hijas del capitalismo las refugiadas,
las que se ponen el burka mental de la obediencia?
¿Son hijas del capitalismo las asesinadas a cada rato,
las quemadas a cada rato,
las golpeadas a cada rato?
¿Son hijas del capitalismo las anoréxicas, las violadas,
las lesbianas perseguidas,
las viejas hambrientas,
las poetas?
Decidme, mujeres, decidme,
 si somos todas hijas de la misma bestia,
¿cuándo mataremos al padre  que siglo a siglo nos revienta,
que siglo a siglo nos condena
a la servidumbre más ciega?

Decidme mujeres, decidme,
¿Podremos ser libres e iguales en un mundo
que  llama a la tierra, madre,
y a sus hijas, las mujeres, mata, ignora o esclaviza?

jueves, 21 de julio de 2016

La hoguera


Me pregunto mañana, es decir este futuro que está a la vuelta de la esquina, cuánto costará el pan, alimento básico,  quiénes podrán comer proteínas y cual será su nivel de toxicidad.
Me pregunto quiénes de todos los inquilinos de la tierra contarán en sus pueblos con una fuente de agua fresca, con un grifo en sus casas, con una tinaja llena, tan llena como las calles del mundo de desesperanza.
Me pregunto en definitiva a cuánto cotizará la vida.
No podemos cerrar los ojos a este mañana tan profundamente oscuro.
Ahora mismo las colas del hambre son alarmantes.
Ahora mismo, la pena de muerte es un hecho porque millones de seres humanos no tienen qué comer, no tienen qué beber, no tienen ni siquiera un ahora al que agarrarse y están así no sólo porque el terrorismo de los imperios los hambrea,  también porque resultan un estorbo y no importa que mueran.
No importa que el maíz, el trigo, el arroz… cotice en bolsa y con esto, con este juego siniestro de codicia, se empuje a países enteros al exterminio.
Nada importa si de lo que se trata es de aumentar las ganancias aunque el peaje ineludible sean personas.
Comer será mañana  un privilegio para unos pocos, para demasiados pocos.
Y el primer mundo que mira con indiferencia como en esos otros mundos  caen los cuerpos extasiados y desnutridos, mira también con  indiferencia esa filas largas de hambrientos don de esperan la limosna de un poco de alimento.
Es un mundo perverso que debemos cambiarlo.
Para empezar a ejercer esta humanidad con la que fuimos paridos creo que no podemos aceptar que el hambre sea un mal más,  debemos pensar que es el peor de los crímenes, que hay quienes están interesados en perpetuarla y en sacar beneficios de ella.
Que por unos pocos malabaristas de cifras, astutos y genocidas,  millones malmueren poco a poco porque no tienen comida.
Esos pocos malabaristas tienen nombres y apellidos.
Morir de hambre, pasar hambre, tener hambre no es casual ni inevitable.
Los que la diseñan deben  ir a la hoguera con sus vanidades.



domingo, 17 de julio de 2016

Los muñones


Vivimos  una guerra global. Montones de cadáveres esparcidos por Irak, Siria, Francia, Afganistán, Palestina, Madrid.
Ayer, ahora y mañana.
Ponemos el hambre,  todas las hambres posibles. El hambre seca de territorios esquilmados y desérticos, el hambre opulenta de los campesinos que trabajan para nunca alimentarse, el hambre de los arrabales donde la pelea es encontrar antes que otros un pedazo de pan o de carne.
Ponemos las pobrezas, todas las pobrezas. La harapienta y a veces conforme de los parias, la de los trabajadores que también son esclavos, la de los endeudados que se asfixian, mes a mes, con los pagos, la de los jubilados que mueren precarios.
Ponemos el silencio. La palabra está entre rejas. Mover los labios es ya un delito. En las calles, en las canciones, en los poemas. Es mejor morir callado que vivir con la voz y el puño en alto.
Ponemos la asfixia, nuestros pueblos humean aire purulento, nuestros ríos son vertederos, nuestros mares guardan en su barriga toda la podredumbre  del consumo desbocado.
Ponemos las enfermedades, los empobrecidos enferman  con el gas naranja o con el   veneno que se vende en los supermercados.
La guerra es  no sólo contra los países donde  abiertamente discurre la sangre, no sólo.
Es  contra todos nuestros derechos, contra todo intento de justicia, contra todo esfuerzo por dulcificar las vidas.
Un mundo aterrado y aterrador.
                Y huye la humanidad, huye, huye, huye….. hacia ningún sitio.
Mañana ya serà tarde.
La noche se esparce inmensa.
 La paz arrastra sus muñones sin nada que la alumbre.

jueves, 14 de julio de 2016

15 de julio 2016



Nací un día 15 de julio, hace 48 años.
Ha habido muchas tormentas en mi vida, de algunas pensé que no sobreviviría, de otras tormentas aprendí  algo, de otras muchas nada.
Mi corazón ha sido  como un cáliz, a veces rebosante de risas, a veces de ternura y  a veces también de hiel.
                 Nunca he podido odiar  aunque lo he intentado.
Tengo tan mala memoria que olvido porqué y a quién guardo rencores.
Siento envidia de las poetas buenas, de la gente buena.
Reservada, ingenua, frágil por fuera y por dentro, dura como una piedra.
                Me obsesiona el paso del tiempo pero sobre todo me obsesiona no dejar el mundo al  menos un poco mejor de lo que lo encontramos.
Cada 15 de julio amanezco con estos pensamientos, con este miedo a morirme dejando todo patas arriba y que nuestro empeño por mejorarlo haya sido en vano.
Repaso entonces el mundo lejano y también estos mundos diminutos en los que habitamos lo cotidiano Me desespero.
Quizá Venezuela pueda, pienso.
Quizá Latinoamérica pueda.
Quizá  mañana, la humanidad, aprenda a mirarse el ombligo.

Asì que ell día de hoy lo pasarè, un año màs,  buscando el candil de la utopía que puede alumbrar el oscuro lugar donde, hace 48 años, llegué a la vida.

..........

Dadme una esperanza por pequeña y famélica que os parezca.
La que sea.
No pongo quejas, la necesito cerca.
Quiero creer en ella pa crecer con (al menos) una idea que me sostenga.
Necesito semillas pa mi conciencia.
Una esperanza, una, que me lleve de la mano a tirar piedras,
a gritar en las calles,
a llorar cuando consiga ponerme en pie gracias a ella.

Dadme una esperanza, la que os sirva en estos tiempos de pena.
La necesito con su razón a toda prueba.

Dadme una esperanza,
una sola,
con una basta
pa seguir apuntalando la vida con poemas.

martes, 5 de julio de 2016

Lo imposible


Las palabras, a veces, son fronteras  que no nos atrevemos a traspasar.
Las palabras, a veces, siembran miedo, atan en corto, enjaulan las vidas.
La palabra “imposible” es una de ellas,  hemos dejado que esa sola palabra ;“imposible” nos meza los sueños hasta hacer de ellos pesadillas.
Repetida hasta el vómito nos pone de rodillas.
 “Imposible” erradicar el hambre del mundo.
 “Imposible” la paz completa.
 “Imposible” que haya un salario digno pa todas, un techo pa todas las familias, boticas pa todos los enfermos,
“Imposible” esto y aquello y los individual y lo colectivo y lo solidario y lo justo y la soberanía.
Lo imposible pone piedras en el camino de la utopía.
Sencillamente secuestra nuestro futuro.
Nos ancla en la derrota pa que vivamos alegres con las migajas, con la caridad, con apenas unos harapos, con apenas algo de abrigo.
Yo creo que la historia está llena de imposibles victoriosos.
Que lo imposible es posible siempre que no se ceda un paso.
Y que a las palabras, a veces, no hay que hacerles mucho caso.

sábado, 2 de julio de 2016

Los viejos


Los viejos que yo conozco se merecen mucho respeto.
No sólo porque la guerra incivil les dejo cicatrices, impotencias, exilios, cárceles, hambre, fosas comunes.
No sólo porque resistieron una dictadura terrible de silenciosas delaciones, de curas cortando manos con su moral podrida, de caciques y patrones, y humillaciones continuas.
No sólo porque sobrevivieron muchos en la clandestinidad, encerrados como ratas en zulos en sus propias casas, aislados en sus pueblos por los vencedores de la ignominia, perseguidos, sin trabajo, hambreados, puteados, exhibidas como monstruos por las calles con sus melenas rapadas.
No sólo porque han tenido que tragar con una monarquía heredera del crimen y del desfalco, no sólo porque quisieron plantar cara y salieron a la calle y recibieron ostias por todos los lados y quisieron aún en la transición cambiar las cosas, en las fábricas, en los talleres, en los andamios, llenándolos de lucha y solidaridad.
No sólo por eso merecen respeto también porque ahora, enfermos y cansados, muchos de ellos mantienen  a sus hijos y a los hijos de sus hijos y son nuestra memoria y el espejo de nuestra vergüenza porque no hemos sabido estar a su altura.
Así que dejen de decir que son los culpables de que el PP haya ganado las elecciones.
No caben más humillaciones en sus vidas.